Pero al venir el alba del día siguiente, Dios preparó un gusano, el cual hirió la calabacera y se secó. Jonás 4:7
Como muchos otros, quizá también tú te has sentido turbado al considerar la conducta del profeta Jonás. La actitud y la personalidad del profeta no concuerdan con la imagen que tenemos de lo que debe ser un mensajero de Dios. Ni siquiera concuerda con la imagen que tenemos de un cristiano. Jonás se negó a pregonar el mensaje y huyó del Señor, quien lo había enviado a Nínive. Cuando Dios lo obligó a dar el mensaje y vio la extraordinaria conversión de todos los ninivitas, recalcitrante profeta se enojó muchísimo «hasta la muerte». Es más, los milagros obrados en su favor y la paciencia que Dios le manifestó no lo afectaron, al parecer, ni lo más mínimo. El libro homónimo termina sin ninguna evidencia de que haya reconocido sus faltas y se haya arrepentido de ellas. De hecho, el libro termina con una pregunta de Dios que Jonás no contestó. Como poco, sabemos con toda claridad que Jonás necesitaba aprender mucho acerca de la pasión de Dios por salvar las almas perdidas. También necesitaba aprender sobre el juicio de Dios. Necesitaba aprender sobre la paciencia divina y sobre el poder de Dios. Dios trataba de enseñarle una lección más al profeta, y en esto se centra nuestra reflexión de hoy. ¿Qué usó Dios para alcanzar dicho objetivo? Pudo haber usado a uno de los ángeles más gloriosos del cielo, o a la persona más importante de la tierra. Sin embargo, empleó algo bien distinto: «Dios preparó un gusano, el cual hirió la calabacera y se secó». La historia de Jonás es la historia del poder de Dios, quien puede tomar cualquier instrumento en sus manos, sea grande o pequeño, para cumplir sus propósitos. La historia ilustra que Dios es capaz de hacer cualquier cosa con cualquier instrumento que elija. En el libro de Jonás encontramos muchas cosas que Dios usó para cumplir sus propósitos. Primero, usó una gran tormenta; luego, usó un gran animal marino; más tarde, hizo crecer una calabacera en una noche, con el único propósito de dar una lección a su siervo. Por último, usó un diminuto gusano para deshacerse de la calabacera. La historia de Jonás es más que la historia de una gran ciudad que se arrepintió milagrosamente. Es un relato que enseña que Dios puede usar cualquier cosa para su gloria, desde un profeta que se niega a cumplir sus instrucciones hasta un pequeño gusano. Sus recursos para cumplir sus propósitos son infinitos. Sirve tú también a ese gran Dios.
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos
Como muchos otros, quizá también tú te has sentido turbado al considerar la conducta del profeta Jonás. La actitud y la personalidad del profeta no concuerdan con la imagen que tenemos de lo que debe ser un mensajero de Dios. Ni siquiera concuerda con la imagen que tenemos de un cristiano. Jonás se negó a pregonar el mensaje y huyó del Señor, quien lo había enviado a Nínive. Cuando Dios lo obligó a dar el mensaje y vio la extraordinaria conversión de todos los ninivitas, recalcitrante profeta se enojó muchísimo «hasta la muerte». Es más, los milagros obrados en su favor y la paciencia que Dios le manifestó no lo afectaron, al parecer, ni lo más mínimo. El libro homónimo termina sin ninguna evidencia de que haya reconocido sus faltas y se haya arrepentido de ellas. De hecho, el libro termina con una pregunta de Dios que Jonás no contestó. Como poco, sabemos con toda claridad que Jonás necesitaba aprender mucho acerca de la pasión de Dios por salvar las almas perdidas. También necesitaba aprender sobre el juicio de Dios. Necesitaba aprender sobre la paciencia divina y sobre el poder de Dios. Dios trataba de enseñarle una lección más al profeta, y en esto se centra nuestra reflexión de hoy. ¿Qué usó Dios para alcanzar dicho objetivo? Pudo haber usado a uno de los ángeles más gloriosos del cielo, o a la persona más importante de la tierra. Sin embargo, empleó algo bien distinto: «Dios preparó un gusano, el cual hirió la calabacera y se secó». La historia de Jonás es la historia del poder de Dios, quien puede tomar cualquier instrumento en sus manos, sea grande o pequeño, para cumplir sus propósitos. La historia ilustra que Dios es capaz de hacer cualquier cosa con cualquier instrumento que elija. En el libro de Jonás encontramos muchas cosas que Dios usó para cumplir sus propósitos. Primero, usó una gran tormenta; luego, usó un gran animal marino; más tarde, hizo crecer una calabacera en una noche, con el único propósito de dar una lección a su siervo. Por último, usó un diminuto gusano para deshacerse de la calabacera. La historia de Jonás es más que la historia de una gran ciudad que se arrepintió milagrosamente. Es un relato que enseña que Dios puede usar cualquier cosa para su gloria, desde un profeta que se niega a cumplir sus instrucciones hasta un pequeño gusano. Sus recursos para cumplir sus propósitos son infinitos. Sirve tú también a ese gran Dios.
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos
No hay comentarios:
Publicar un comentario