No, alguien me ha tocado —replicó Jesús—; yo sé que de mí ha salido poder (S. Lucas 8:46).
Casi no podía resistir por más tiempo, la enfermedad la había llevado ya al borde del abismo. Literalmente ella estaba muriendo en vida. Ese día el médico le había dado con la puerta en la nariz por no poder pagar la consulta. Ya había perdido todo lo que tenía, hasta las fuerzas para vivir. Con gran tristeza regresó a casa, ansiaba que la muerte llegara y aliviara ya los doce años de sufrimientos. Y fue entonces cuando escuchó hablar de Jesús de Nazaret, quien trataba con ternura aun a los que vivían sin esperanza. La gente decía que era especialista en «imposibles» y ella era una paciente en estas condiciones. Así que reuniendo las últimas fuerzas que tenía se aventuró a buscarle, Emprendió la mejor búsqueda que puede hacer un ser humano, la búsqueda de salvación. ¿Será que solo las situaciones desesperadas nos hacen buscarle? Las cosas no resultaron tan fáciles como pensaba, por más que buscaba un encuentro no podía lograrlo; los obstáculos que encontraba en su caminar parecían desanimarla. Y fue entonces cuando decidió en su corazón que únicamente lo tocaría. Un toque de fe sería su única oportunidad. Y por fin llegó el momento oportuno, estaba ante su presencia y con la fe que mueve la mano de Dios alcanzó a tocar el borde del manto e inmediatamente recibió la sanidad esperada por tantos años. Es triste saber que cuando Jesús preguntó quién lo había tocado, la pregunta les pareció extraña a sus discípulos. «Maestro, son multitudes las que te aprietan y te oprimen», le respondieron. Quizá muchas de nosotras nos acercamos a Jesús como aquella multitud, caminamos a su lado, lo tocarnos con descuido y tal vez vivimos una religión de tradiciones y costumbres vacías. Cercanos y a la vez lejanos. Aquella mujer enferma nos mostró lo que es acercarse al Salvador con ansia de liberación. ¿Te has sentido como aquella mujer? ¿Vives con las lágrimas al borde de tus ojos? ¿Te crees sin esperanza? Entonces necesitas emprender la mejor búsqueda de tu vida, necesitas un encuentro de salvación. Pero al hacerlo, resuelve en tu corazón hacerlo con la fe que sorprenda y haga que Dios mismo detenga el paso y te extienda su gracia salvadora, entonces vivirás el milagro de un toque de vida.
Casi no podía resistir por más tiempo, la enfermedad la había llevado ya al borde del abismo. Literalmente ella estaba muriendo en vida. Ese día el médico le había dado con la puerta en la nariz por no poder pagar la consulta. Ya había perdido todo lo que tenía, hasta las fuerzas para vivir. Con gran tristeza regresó a casa, ansiaba que la muerte llegara y aliviara ya los doce años de sufrimientos. Y fue entonces cuando escuchó hablar de Jesús de Nazaret, quien trataba con ternura aun a los que vivían sin esperanza. La gente decía que era especialista en «imposibles» y ella era una paciente en estas condiciones. Así que reuniendo las últimas fuerzas que tenía se aventuró a buscarle, Emprendió la mejor búsqueda que puede hacer un ser humano, la búsqueda de salvación. ¿Será que solo las situaciones desesperadas nos hacen buscarle? Las cosas no resultaron tan fáciles como pensaba, por más que buscaba un encuentro no podía lograrlo; los obstáculos que encontraba en su caminar parecían desanimarla. Y fue entonces cuando decidió en su corazón que únicamente lo tocaría. Un toque de fe sería su única oportunidad. Y por fin llegó el momento oportuno, estaba ante su presencia y con la fe que mueve la mano de Dios alcanzó a tocar el borde del manto e inmediatamente recibió la sanidad esperada por tantos años. Es triste saber que cuando Jesús preguntó quién lo había tocado, la pregunta les pareció extraña a sus discípulos. «Maestro, son multitudes las que te aprietan y te oprimen», le respondieron. Quizá muchas de nosotras nos acercamos a Jesús como aquella multitud, caminamos a su lado, lo tocarnos con descuido y tal vez vivimos una religión de tradiciones y costumbres vacías. Cercanos y a la vez lejanos. Aquella mujer enferma nos mostró lo que es acercarse al Salvador con ansia de liberación. ¿Te has sentido como aquella mujer? ¿Vives con las lágrimas al borde de tus ojos? ¿Te crees sin esperanza? Entonces necesitas emprender la mejor búsqueda de tu vida, necesitas un encuentro de salvación. Pero al hacerlo, resuelve en tu corazón hacerlo con la fe que sorprenda y haga que Dios mismo detenga el paso y te extienda su gracia salvadora, entonces vivirás el milagro de un toque de vida.
Adriana Castillo
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.
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