Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti (Proverbios 4:25).
Sin generosidad no hay vida. Pero hay obstáculos que entorpecen el flujo. Se dice que la verdadera generosidad o espera nada a cambio. Pero si el dar no te reporta algún beneficio personal pareciera como restar o perder. Si dedicamos tiempo y atención a otra persona, quizá se desaproveche la oportunidad de realizar cosas importantes para uno mismo. Pero el autentico beneficio de la generosidad para quien la ofrece no es una ganancia material. El mayor beneficio es el cambio que se produce en el interior.
Resulta paradójico: cuantos más bienes tenemos, más miedo nos da perderlos. El sentido de propiedad nos vuelve quisquillosas y egoístas, nos aferramos a lo material.
Otra barrera que impide que circule la generosidad es que estamos identificadas con nuestras necesidades individuales. Necesitamos una visión más amplia e identificarnos con el sufrimiento de los demás. La actitud generosa ayuda a enfrentar temores y redefinir nuestros límites.
No es lo mismo dar algo muy apreciado que una cosa que carece de valor para nosotras. Se puede ser generosa con intereses materiales y con actitudes. Por ejemplo, prestar atención, dar tiempo y compartir son importantes formas de bondad. A veces lo único que la gente necesita es ser escuchada con interés. Hay gran compasión en mirar a los ojos y mostrarnos interesadas en sus palabras.
Hay que recordar que toda la generosidad es provechosa. En ocasiones, aunque la intención es buena, se da algo inadecuado o fuera de lugar. Por eso la generosidad debe basarse en el conocimiento atento y profundamente respetuoso de los demás. Es importante dar valor a lo que aportamos ya lo que recibimos con humildad, sin buscar interés secundario no otorgarse excesiva importancia.
Sin generosidad no hay vida. Pero hay obstáculos que entorpecen el flujo. Se dice que la verdadera generosidad o espera nada a cambio. Pero si el dar no te reporta algún beneficio personal pareciera como restar o perder. Si dedicamos tiempo y atención a otra persona, quizá se desaproveche la oportunidad de realizar cosas importantes para uno mismo. Pero el autentico beneficio de la generosidad para quien la ofrece no es una ganancia material. El mayor beneficio es el cambio que se produce en el interior.
Resulta paradójico: cuantos más bienes tenemos, más miedo nos da perderlos. El sentido de propiedad nos vuelve quisquillosas y egoístas, nos aferramos a lo material.
Otra barrera que impide que circule la generosidad es que estamos identificadas con nuestras necesidades individuales. Necesitamos una visión más amplia e identificarnos con el sufrimiento de los demás. La actitud generosa ayuda a enfrentar temores y redefinir nuestros límites.
No es lo mismo dar algo muy apreciado que una cosa que carece de valor para nosotras. Se puede ser generosa con intereses materiales y con actitudes. Por ejemplo, prestar atención, dar tiempo y compartir son importantes formas de bondad. A veces lo único que la gente necesita es ser escuchada con interés. Hay gran compasión en mirar a los ojos y mostrarnos interesadas en sus palabras.
Hay que recordar que toda la generosidad es provechosa. En ocasiones, aunque la intención es buena, se da algo inadecuado o fuera de lugar. Por eso la generosidad debe basarse en el conocimiento atento y profundamente respetuoso de los demás. Es importante dar valor a lo que aportamos ya lo que recibimos con humildad, sin buscar interés secundario no otorgarse excesiva importancia.
Blanca Dalila R. de Góngora
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
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