Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo: ¡Regocijaos! Filipenses 4:4
En la carta a los Filipenses, el apóstol Pablo presenta un imperativo al pueblo de Dios: «Regocijaos siempre». Pablo había sido arrestado y enviado a Roma para esperar su juicio. Había pasado días y noches en una prisión oscura y fría, con hambre. Luego había sido encadenado a un soldado romano, circunstancia que garantizaba que Pablo no se escaparía. Sin embargo en esa circunstancia, en la que no aparecía quedar mas esperanza que una pronta decapitación, el apóstol todavía se mostraba capaz de reflejar una sonrisa en su rostro y exclamar « ¡Regocijaos en el Señor siempre!»
Cuando entendemos el regalo del perdón a través del sacrificio de Jesús, cuando entendemos y aceptamos el concepto de la eternidad, cuando entendemos lo que Dios ya hizo por cada uno de nosotros, tenemos razones más que suficientes para experimentar ese sentir absoluto que dominaba la vida del apóstol Pablo, sin importar la circunstancia presente en la cual podamos encontrarnos. Si somos incapaces de regocijarnos en el Señor es porque hemos permitido que nuestros ojos se estanquen en el presente. Nuestra atención ha sido puesta en los deseos, en las metas o en las ambiciones terrenales, y hemos perdido las bendiciones que hemos recibido de una vida en Cristo Jesús. Solo hay dos opciones: estamos muy centrados en las cosas terrenales, o simplemente no creemos en Jesús.
Lo más hermosos de regocijarse siempre en el Señor es que produce reacciones positivas en la vida de todo hijo de Dios. Pablo describe las siguientes reacciones que ocurren cuando nos regocijamos en el Señor: nuestra gentileza será evidente ante todos, no estaremos ansiosos por nada, y en nuestras oraciones estaremos llenos de agradecimiento por la guía de Dios en nuestra vida. Cuando mostramos nuestro regocijo a Dios no por lo que él hace o hará, sino por lo que ya hizo por nosotros en la cruz, el interviene en nuestros problemas de trabajo, de salud, de finanzas, y en nuestro trato con nuestros hijos y con las personas con las que nos relacionamos.
Cuando vivimos una vida llena de regocijo en Jesús, nos centramos no en los problemas que estamos enfrentando, sino en la solución que Dios nos puede dar. Las palabras de Pablo aparecen no reflejar en situación de abandono en prisión, esperando una muerte segura. Esas palabras reflejan y representan una promesa que hoy podemos experimentar y hacer una realidad en nuestra vida. ¡Regocíjense siempre!
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.
En la carta a los Filipenses, el apóstol Pablo presenta un imperativo al pueblo de Dios: «Regocijaos siempre». Pablo había sido arrestado y enviado a Roma para esperar su juicio. Había pasado días y noches en una prisión oscura y fría, con hambre. Luego había sido encadenado a un soldado romano, circunstancia que garantizaba que Pablo no se escaparía. Sin embargo en esa circunstancia, en la que no aparecía quedar mas esperanza que una pronta decapitación, el apóstol todavía se mostraba capaz de reflejar una sonrisa en su rostro y exclamar « ¡Regocijaos en el Señor siempre!»
Cuando entendemos el regalo del perdón a través del sacrificio de Jesús, cuando entendemos y aceptamos el concepto de la eternidad, cuando entendemos lo que Dios ya hizo por cada uno de nosotros, tenemos razones más que suficientes para experimentar ese sentir absoluto que dominaba la vida del apóstol Pablo, sin importar la circunstancia presente en la cual podamos encontrarnos. Si somos incapaces de regocijarnos en el Señor es porque hemos permitido que nuestros ojos se estanquen en el presente. Nuestra atención ha sido puesta en los deseos, en las metas o en las ambiciones terrenales, y hemos perdido las bendiciones que hemos recibido de una vida en Cristo Jesús. Solo hay dos opciones: estamos muy centrados en las cosas terrenales, o simplemente no creemos en Jesús.
Lo más hermosos de regocijarse siempre en el Señor es que produce reacciones positivas en la vida de todo hijo de Dios. Pablo describe las siguientes reacciones que ocurren cuando nos regocijamos en el Señor: nuestra gentileza será evidente ante todos, no estaremos ansiosos por nada, y en nuestras oraciones estaremos llenos de agradecimiento por la guía de Dios en nuestra vida. Cuando mostramos nuestro regocijo a Dios no por lo que él hace o hará, sino por lo que ya hizo por nosotros en la cruz, el interviene en nuestros problemas de trabajo, de salud, de finanzas, y en nuestro trato con nuestros hijos y con las personas con las que nos relacionamos.
Cuando vivimos una vida llena de regocijo en Jesús, nos centramos no en los problemas que estamos enfrentando, sino en la solución que Dios nos puede dar. Las palabras de Pablo aparecen no reflejar en situación de abandono en prisión, esperando una muerte segura. Esas palabras reflejan y representan una promesa que hoy podemos experimentar y hacer una realidad en nuestra vida. ¡Regocíjense siempre!
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario