Voy a darte pruebas de mi bondad, y te daré a conocer mi nombre. Y verás que tengo clemencia de quien quiera tenerla, y soy compasivo con quien quiero serlo (Éxodo 33:19).
Es sorprendente ver como el Señor nos usa de diferentes maneras para dar consuelo a tanta gente que sufre. Los que trabajamos en el área de la salud tenemos muchas oportunidades de testificar acerca del amor de Dios. Y fue allí donde el Señor me usó sin darme cuenta hasta muchos años después. Conocí a Guille, una gran compañera y amiga, madre de los dos niños, un varoncito y una niñita. En un mundo tan lleno de pecado, la adversidad puede llegar en cualquier momento, tristemente llegó al hogar de mi amiga. Una serie de estudio reveló en su pequeña la ausencia total del habla y del sentido auditivo.
Desesperada y triste buscaba cualquier oportunidad para deshogar su pena conmigo. Ella sabía que yo era adventista y eso le daba seguridad y confianza. Traté siempre de estar a su lado para darle consuelo y fortaleza; le señalaba algunas promesas bíblicas y orábamos juntas. Por razones familiares renuncié al trabajo y perdimos todo contacto.
Fue hasta hace dos años que volvimos a encontrarnos en circunstancia poco favorables para mí. Una de mis hermanas estaba internada en el hospital donde nos conocimos y, una tarde, cuando el médico nos dijo que el final se acercaba, salí del cuarto y allí me encontré con Guille. La abracé y lloré amargamente. Ella estuvo en silencio compartió sus lagrimas con las mías. Después de un rato me dijo: «No estés triste, porque el Señor sabrá recompensar tus lagrimas de la misma manera como conmigo».
Entonces me contó que su hijita se había recuperado de su discapacidad en un 90%, y había concluido la carrera profesional; además, estaba próxima a casarse. Estaba muy agradecida con Dios. Ahora era yo quien reciba el consuelo de alguien, en gratitud por la forma como ella había recibido ayuda en los momentos más tristes de su vida. Querida amiga, el Señor Jesús quiere usarte a ti también, solo colócate en sus manos y te sorprenderás.
Es sorprendente ver como el Señor nos usa de diferentes maneras para dar consuelo a tanta gente que sufre. Los que trabajamos en el área de la salud tenemos muchas oportunidades de testificar acerca del amor de Dios. Y fue allí donde el Señor me usó sin darme cuenta hasta muchos años después. Conocí a Guille, una gran compañera y amiga, madre de los dos niños, un varoncito y una niñita. En un mundo tan lleno de pecado, la adversidad puede llegar en cualquier momento, tristemente llegó al hogar de mi amiga. Una serie de estudio reveló en su pequeña la ausencia total del habla y del sentido auditivo.
Desesperada y triste buscaba cualquier oportunidad para deshogar su pena conmigo. Ella sabía que yo era adventista y eso le daba seguridad y confianza. Traté siempre de estar a su lado para darle consuelo y fortaleza; le señalaba algunas promesas bíblicas y orábamos juntas. Por razones familiares renuncié al trabajo y perdimos todo contacto.
Fue hasta hace dos años que volvimos a encontrarnos en circunstancia poco favorables para mí. Una de mis hermanas estaba internada en el hospital donde nos conocimos y, una tarde, cuando el médico nos dijo que el final se acercaba, salí del cuarto y allí me encontré con Guille. La abracé y lloré amargamente. Ella estuvo en silencio compartió sus lagrimas con las mías. Después de un rato me dijo: «No estés triste, porque el Señor sabrá recompensar tus lagrimas de la misma manera como conmigo».
Entonces me contó que su hijita se había recuperado de su discapacidad en un 90%, y había concluido la carrera profesional; además, estaba próxima a casarse. Estaba muy agradecida con Dios. Ahora era yo quien reciba el consuelo de alguien, en gratitud por la forma como ella había recibido ayuda en los momentos más tristes de su vida. Querida amiga, el Señor Jesús quiere usarte a ti también, solo colócate en sus manos y te sorprenderás.
Blanca E. Ocampo García
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
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