Ama a tu prójimo como a ti mismo (Marcos 12:31).
Elena G. de White declaró sobre la atención a los desamparados. «El que verdaderamente ama a Dios y a su prójimo es aquel que manifiesta misericordia hacia los desheredados, los dolientes, los heridos, los que están muriendo. Dios insta a cada hombre a empeñarse en realizar la obra que ha descuidado, a que restaure la imagen moral del Creador en la humanidad» (Carta 113, 1901). Leí estas palabras poco después de haber mirado en las noticias a una niñita: estaba sentadita, sus bracitos sobre el regazo, la mirada perdida, sus ojos enmarcados por profundos ojeras, marcas de golpes en su cabeza rapada y en sus famélicos brazos y piernas. La pobre chiquilla aparentaba cuatro años cuando en realidad tenía seis.
La hermana del padrastro visito a la familia y al notar la ausencia de la niña la buscó por toda la casa y la encontró encerrada en un armario. Sus labios resecos denotaban que había pasado todo el día sin comer. Impulsada por una mezcla de compasión y de rabia, tomó a la niña en brazos y se dirigió rápidamente a la calle. Hizo señal al primer vehículo que pasó, el cual resultó ser de la policía. Las autoridades se propusieron esclarecer el caso y detuvieron al padrastro y a la madre.
Los vecinos dijeron que habían presenciado el maltrato de que era objeto la pobre niña, tanto de parte del padre como de su propia madre. La reportera de un noticiero les preguntó por qué no habían denunciado el caso, a lo que ellos respondieron que no querían problemas, que no era correcto inmiscuirse en asuntos ajenos, que par qué, si de nada serviría.
Nada nos conmueve. No queremos incomodarnos, no tenemos amor. Como Caín en aquel aciago día respondemos: « ¿Acaso soy guarda de mi hermano?» «Cuando el Espíritu de Dios está en el hombre él lo dirige para que alivie a toda criatura que sufre» (El ministerio de la bondad, p. 52). Pidamos al Padre que su Espíritu Santo nos indique la forma en que podemos ayudar.
Elena G. de White declaró sobre la atención a los desamparados. «El que verdaderamente ama a Dios y a su prójimo es aquel que manifiesta misericordia hacia los desheredados, los dolientes, los heridos, los que están muriendo. Dios insta a cada hombre a empeñarse en realizar la obra que ha descuidado, a que restaure la imagen moral del Creador en la humanidad» (Carta 113, 1901). Leí estas palabras poco después de haber mirado en las noticias a una niñita: estaba sentadita, sus bracitos sobre el regazo, la mirada perdida, sus ojos enmarcados por profundos ojeras, marcas de golpes en su cabeza rapada y en sus famélicos brazos y piernas. La pobre chiquilla aparentaba cuatro años cuando en realidad tenía seis.
La hermana del padrastro visito a la familia y al notar la ausencia de la niña la buscó por toda la casa y la encontró encerrada en un armario. Sus labios resecos denotaban que había pasado todo el día sin comer. Impulsada por una mezcla de compasión y de rabia, tomó a la niña en brazos y se dirigió rápidamente a la calle. Hizo señal al primer vehículo que pasó, el cual resultó ser de la policía. Las autoridades se propusieron esclarecer el caso y detuvieron al padrastro y a la madre.
Los vecinos dijeron que habían presenciado el maltrato de que era objeto la pobre niña, tanto de parte del padre como de su propia madre. La reportera de un noticiero les preguntó por qué no habían denunciado el caso, a lo que ellos respondieron que no querían problemas, que no era correcto inmiscuirse en asuntos ajenos, que par qué, si de nada serviría.
Nada nos conmueve. No queremos incomodarnos, no tenemos amor. Como Caín en aquel aciago día respondemos: « ¿Acaso soy guarda de mi hermano?» «Cuando el Espíritu de Dios está en el hombre él lo dirige para que alivie a toda criatura que sufre» (El ministerio de la bondad, p. 52). Pidamos al Padre que su Espíritu Santo nos indique la forma en que podemos ayudar.
Cristina Valles de Quintero
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
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