Solo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio.2 Timoteo 4: 11
Perdono, pero no olvido». «Mantengo fresco en mi mente lo que me hiciste, como si hubiera ocurrido ayer». «Jamás lo olvidaré». «Aunque transcurra un siglo, siempre lo recordaré». ¿Te resultan familiares estas frases? Son muy conocidas, ¿verdad? Muchos sienten satisfacción y orgullo al expresarse así. ¿Deseas poner obstáculos a tu vida cristiana? ¿Quieres vivir infeliz todos los días de tu vida? Entonces recuerda las faltas cometidas por tus hermanos. El apóstol Pablo le suplicó a Timoteo que le llevara a Marcos. ¿A Marcos? ¿El desertor ? ¿El cobarde? ¿El que los había abandonado en el primer viaje misionero? Sí, el paladín del evangelio, pide que le traigan al desertor. Lo consideraba útil y estaba dispuesto tomarlo como ayudante. Pablo terminó su carrera con gozo porque no permitió que el recuerdo de las faltas de sus hermanos estorbara su viaje hacia la meta. Los meses se convirtieron en años, y los años en décadas; y ahora el anciano escribe a Timoteo. «Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio». De alguna manera, en el transcurso de aquellos años, Pablo había olvidado y perdonado los fracasos de Marcos. Muchas personas viven su vida como si jamás pudieran olvidar las ofensas recibidas. Son incapaces de olvidar un agravio. Conservan una lista de todas las ofensas que han cometido contra ellas. Si deseas vivir una vida absolutamente miserable, entonces pon una marca indeleble en tus ofensores para no perderlos de vista. El perdón sana las heridas. Las heridas que no han sanado son las que producen amargura. La amargura que produce un espíritu crítico y mordaz parece difícil de curar. La amargura envenena la vida de oración, arruina la vida familiar, destruye la carrera profesional, el trabajo y la vida espiritual. Si la vida cristiana es una lucha, entonces recibirás heridas. Si es una carrera, en algún momento recibirás un golpe. Escuché la historia de un padre cuyo corazón fue herido por su hija. Ella se había casado, contra la voluntad de su progenitor, con un hombre divorciado. Su corazón se llenó de resentimiento y amargura contra su hija hasta el extremo de que nunca la perdonó. Quizá por su profundo resentimiento, enfermó gravemente y fue hospitalizado. cuando su hija fue a visitarlo, volvió su rostro hacia la pared. No podía olvidar su falta y por lo tanto, no podía perdonarla. ¿Hay algún Marcos en tu vida? Hoy es un buen día para pedir que te lo traigan. Perdona y olvida las faltas de tus hermanos para que Dios perdone y olvide las tuyas.
Tomado de la matutina Siempre Gozosos.
Perdono, pero no olvido». «Mantengo fresco en mi mente lo que me hiciste, como si hubiera ocurrido ayer». «Jamás lo olvidaré». «Aunque transcurra un siglo, siempre lo recordaré». ¿Te resultan familiares estas frases? Son muy conocidas, ¿verdad? Muchos sienten satisfacción y orgullo al expresarse así. ¿Deseas poner obstáculos a tu vida cristiana? ¿Quieres vivir infeliz todos los días de tu vida? Entonces recuerda las faltas cometidas por tus hermanos. El apóstol Pablo le suplicó a Timoteo que le llevara a Marcos. ¿A Marcos? ¿El desertor ? ¿El cobarde? ¿El que los había abandonado en el primer viaje misionero? Sí, el paladín del evangelio, pide que le traigan al desertor. Lo consideraba útil y estaba dispuesto tomarlo como ayudante. Pablo terminó su carrera con gozo porque no permitió que el recuerdo de las faltas de sus hermanos estorbara su viaje hacia la meta. Los meses se convirtieron en años, y los años en décadas; y ahora el anciano escribe a Timoteo. «Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio». De alguna manera, en el transcurso de aquellos años, Pablo había olvidado y perdonado los fracasos de Marcos. Muchas personas viven su vida como si jamás pudieran olvidar las ofensas recibidas. Son incapaces de olvidar un agravio. Conservan una lista de todas las ofensas que han cometido contra ellas. Si deseas vivir una vida absolutamente miserable, entonces pon una marca indeleble en tus ofensores para no perderlos de vista. El perdón sana las heridas. Las heridas que no han sanado son las que producen amargura. La amargura que produce un espíritu crítico y mordaz parece difícil de curar. La amargura envenena la vida de oración, arruina la vida familiar, destruye la carrera profesional, el trabajo y la vida espiritual. Si la vida cristiana es una lucha, entonces recibirás heridas. Si es una carrera, en algún momento recibirás un golpe. Escuché la historia de un padre cuyo corazón fue herido por su hija. Ella se había casado, contra la voluntad de su progenitor, con un hombre divorciado. Su corazón se llenó de resentimiento y amargura contra su hija hasta el extremo de que nunca la perdonó. Quizá por su profundo resentimiento, enfermó gravemente y fue hospitalizado. cuando su hija fue a visitarlo, volvió su rostro hacia la pared. No podía olvidar su falta y por lo tanto, no podía perdonarla. ¿Hay algún Marcos en tu vida? Hoy es un buen día para pedir que te lo traigan. Perdona y olvida las faltas de tus hermanos para que Dios perdone y olvide las tuyas.
Tomado de la matutina Siempre Gozosos.
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