viernes, 22 de enero de 2010

¿OBLIGADOS A PECAR?

En esta casa no hay nadie más importante que yo. Mi patrón no me ha negado nada, excepto meterme con usted, que es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra DiOS? Génesis 39:9.

¿Habrás escuchado alguna vez una declaración más sublime y profunda que esta de José en cuanto a la verdadera libertad? Identifiquemos los elementos del texto que nos ayudan a entender la realidad de este cuadro bíblico, preservado por inspiración para enseñar a jóvenes y adultos cómo vivir libres del temor.
José había escalado posiciones de responsabilidad en el hogar donde llegó como esclavo, hasta convertirse en señor de la casa. ¿No habla esto de su fidelidad y de la calidad de su desempeño?
El joven hebreo tenía una clara conciencia de lo que significaba la Ley de Dios en cualquier rincón del planeta. José no iba a estar a expensas de las costumbres y un estilo de vida que no agradaban a Dios. Los principios que había aprendido en su hogar eran universales y no podían quedar expuestos al vaivén de los sentimientos o de conveniencias y compromisos sutiles con prácticas que se apartaban de las claras orientaciones divinas.
José sabía dar al pecado el nombre que le correspondía. Le dio nombre y los dos apellidos: Mal, pecado contra Dios.
Había llegado como esclavo. Las crisis de la envidia, la cobardía, el alejamiento de la casa de su padre, no habían logrado esclavizar su mente y su espíritu a la volatilidad de sentimientos, conveniencias y pasiones. Era libre y habló como hombre libre.
A José habían podido arrancarlo de la casa de su padre, pero no de los principios de su hogar; lo llevaron a una ciudad extraña, pero no se iba a apartar de sus valores familiares. Ahora se le presentaba una tentadora oferta, pero él era el dueño de su albedrío, y no podría ir en contra de su conciencia desobedeciendo a Dios. Él decidíó vivir en aquella casa, en condición de esclavo , pero libre del temor.

«Ningún hombre puede ser obligado a pecar. 'primeramente debe ser ganado su propio consentimiento; el alma debe proponerse el acto pecaminoso antes de que la pasión pueda dominar a la razón o la iniquidad triunfar sobre la conciencia. La tentación por fuerte que sea, no es excusa para pecar». MJ 65


Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

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