Jesús se dio vuelta, la vio y le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado» (Mateo 9:22).
La fe es tener fe en Jesús. Es decir, confiar en una persona, específicamente, en lo que hizo esa persona. Así que la fe no es un mero asentimiento intelectual. Implica depositar nuestra confianza en una persona, lo que requiere una relación personal. Por lo tanto, somos justificados por tener una relación personal de confianza con Cristo.
A veces, cuando leemos la Biblia sin tomar en cuenta su contexto más amplio, podemos concluir que la fe es un mero asentimiento intelectual, solo un ejercicio mental. Jesús dijo a varias personas a las que iba a sanar: «Ten fe». En otra ocasión dijo a sus discípulos: «Si tuviereis fe». Con esto, sin mucha reflexión, podríamos concluir que la fe es solo un ejercicio abstracto de la mente. Pero no es así cuando lo vemos a la luz de lo que afirman los escritos de Pablo.
La cuestión de la fe se complica un poco más cuando le atribuimos a ese ejercicio mental una cualidad meritoria. Es decir, llegamos a pensar que la fe es un mérito, porque si no tienes fe, no puedes conseguir lo que quieres. Entonces, la fe se convierte en un mérito propio, porque el que tiene la fe es la persona involucrada; por lo tanto, es su mérito personal. Este concepto es muy peligroso cuando lo llevamos a la justificación o salvación. Si la fe es un mérito personal, entonces somos justificados por tener ese mérito. En este caso serla: es por la fe, pero por la fe que yo tengo. Por lo tanto, me salvo por mérito propio.
En la Biblia se oponen la salvación por obras y la salvación por fe. La fe es el medio que nos lleva a aferramos de Cristo, quien es el que nos salva. La fe no salva; el que salva es Cristo. No se debe poner mérito alguno en la fe porque distorsiona el evangelio de Cristo. Notemos: «Es peligroso considerar que la justificación por la fe pone mérito en la fe» (Fe y obras, p. 24).
Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C
La fe es tener fe en Jesús. Es decir, confiar en una persona, específicamente, en lo que hizo esa persona. Así que la fe no es un mero asentimiento intelectual. Implica depositar nuestra confianza en una persona, lo que requiere una relación personal. Por lo tanto, somos justificados por tener una relación personal de confianza con Cristo.
A veces, cuando leemos la Biblia sin tomar en cuenta su contexto más amplio, podemos concluir que la fe es un mero asentimiento intelectual, solo un ejercicio mental. Jesús dijo a varias personas a las que iba a sanar: «Ten fe». En otra ocasión dijo a sus discípulos: «Si tuviereis fe». Con esto, sin mucha reflexión, podríamos concluir que la fe es solo un ejercicio abstracto de la mente. Pero no es así cuando lo vemos a la luz de lo que afirman los escritos de Pablo.
La cuestión de la fe se complica un poco más cuando le atribuimos a ese ejercicio mental una cualidad meritoria. Es decir, llegamos a pensar que la fe es un mérito, porque si no tienes fe, no puedes conseguir lo que quieres. Entonces, la fe se convierte en un mérito propio, porque el que tiene la fe es la persona involucrada; por lo tanto, es su mérito personal. Este concepto es muy peligroso cuando lo llevamos a la justificación o salvación. Si la fe es un mérito personal, entonces somos justificados por tener ese mérito. En este caso serla: es por la fe, pero por la fe que yo tengo. Por lo tanto, me salvo por mérito propio.
En la Biblia se oponen la salvación por obras y la salvación por fe. La fe es el medio que nos lleva a aferramos de Cristo, quien es el que nos salva. La fe no salva; el que salva es Cristo. No se debe poner mérito alguno en la fe porque distorsiona el evangelio de Cristo. Notemos: «Es peligroso considerar que la justificación por la fe pone mérito en la fe» (Fe y obras, p. 24).
Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C
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