Entonces invocarás, y te oirá Jebová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad (Isaías 58:9).
Es divertido ver cómo nuestras actividades diarias pueden formar una perspectiva en los aspectos más importantes de la vida. Por ejemplo: la mayoría de las personas tiene cestos donde ponen la ropa sucia hasta el día de lavado, y el día de lavado se determina por la cantidad de ropa que hay en el cesto. Es difícil encontrar a alguien que lave cada vez que hay una sola prenda de ropa en el cesto. Se suele esperar hasta que haya, por lo menos, una tanda completa de ropa sucia. A menudo se utiliza la misma táctica al enfrentar los problemas: se busca la solución solo cuando los desafíos se han acumulado hasta el punto de rebalsar. Esta clase de personas piensa que no es necesario enfrentar los pequeños desafíos. Este puede ser un comportamiento aprendido, ya que los adultos a menudo reprenden a los niños diciéndoles: "Llámame solo si es importante, cuando sea una emergencia". ¿Es de extrañar, entonces, que nos acerquemos a Dios de la misma manera? Oramos únicamente cuando el problema ya es demasiado grande y no lo podemos solucionar, o pensamos que debemos ordenar las cosas y presentárselas de manera organizada. Este es el plan del demonio, quien entiende claramente que en el momento de desesperación estamos demasiado abrumadas para orar. Él sabe que cuanto más tratamos de arreglar nuestras dificultades por nosotras mismas, peor las dejamos. Perdemos el placer de una vida sin estrés, pensando en Dios como en un servicio de emergencias. Sin embargo Dios ya conoce todo lo que pasa por nuestra mente y está ansioso de que lo compartamos con él. Él conoce nuestras alegrías y nuestros dolores. Elena de White expresa: "Presentad a Dios vuestras necesidades, gozos, tristezas, cuidados y temores. No podéis agobiarlo ni cansarlo [...] Ninguna cosa es demasiado grande para que él no la pueda soportar; él sostiene los mundos [...] Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeña que él no la note" (El camino a Cristo, p. 100). Que tu vida sea de oración continua, compartiendo con Jesús cualquier detalle que surja. Llámalo ahora, él te está esperando.
Es divertido ver cómo nuestras actividades diarias pueden formar una perspectiva en los aspectos más importantes de la vida. Por ejemplo: la mayoría de las personas tiene cestos donde ponen la ropa sucia hasta el día de lavado, y el día de lavado se determina por la cantidad de ropa que hay en el cesto. Es difícil encontrar a alguien que lave cada vez que hay una sola prenda de ropa en el cesto. Se suele esperar hasta que haya, por lo menos, una tanda completa de ropa sucia. A menudo se utiliza la misma táctica al enfrentar los problemas: se busca la solución solo cuando los desafíos se han acumulado hasta el punto de rebalsar. Esta clase de personas piensa que no es necesario enfrentar los pequeños desafíos. Este puede ser un comportamiento aprendido, ya que los adultos a menudo reprenden a los niños diciéndoles: "Llámame solo si es importante, cuando sea una emergencia". ¿Es de extrañar, entonces, que nos acerquemos a Dios de la misma manera? Oramos únicamente cuando el problema ya es demasiado grande y no lo podemos solucionar, o pensamos que debemos ordenar las cosas y presentárselas de manera organizada. Este es el plan del demonio, quien entiende claramente que en el momento de desesperación estamos demasiado abrumadas para orar. Él sabe que cuanto más tratamos de arreglar nuestras dificultades por nosotras mismas, peor las dejamos. Perdemos el placer de una vida sin estrés, pensando en Dios como en un servicio de emergencias. Sin embargo Dios ya conoce todo lo que pasa por nuestra mente y está ansioso de que lo compartamos con él. Él conoce nuestras alegrías y nuestros dolores. Elena de White expresa: "Presentad a Dios vuestras necesidades, gozos, tristezas, cuidados y temores. No podéis agobiarlo ni cansarlo [...] Ninguna cosa es demasiado grande para que él no la pueda soportar; él sostiene los mundos [...] Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeña que él no la note" (El camino a Cristo, p. 100). Que tu vida sea de oración continua, compartiendo con Jesús cualquier detalle que surja. Llámalo ahora, él te está esperando.
Patrice Williams-Gordon
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
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Autora: Ardis Dick Stenbkken
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