El Señor es mí fuerza y mi cántico; él es mi salvación. Él es mi Dios, y lo alabaré; es el Dios de mi padre, y lo enalteceré. Éxodo 15:2.
Moises había llegado solo. Con ideales de libertad y emancipación, pero... ¡solo! «¡Mejor que no hubiera venido!», muchos exclamaron, cuando, por la agitación provocada por Moisés, les impusieron «tareas más pesadas» (Éxodo 5:9). Ahora, en la otra orilla del Mar Rojo, todos estaban seguros de que Moisés no habla venido solo. Dios había cumplido su promesa. Todo había ocurrido muy rápido. Las escenas comenzaron a correr vertiginosamente por las mentes de todos mientras miraban la más reciente intervención de Dios: El ejército del faraón se había ahogado en las aguas del Mar Rojo.
Las plagas para Egipto y la protección divina para sus hijos. La salida apresurada cargados de todo cuanto pidieron a los egipcios. La columna que providencialmente había aparecido para darles iluminación en la noche, en forma de fuego, y sombra en el día, en forma de nube. De pronto se vieron en un espantoso callejón sin salida frente al mar y perseguidos por el ejército más poderoso de la época. La situación les hizo dudar de la sabiduría de Moisés y de Dios mismo al haber tratado de liberarlos. Acorralados, sin escapatoria aparente, hablan dicho: «¡Mejor nos hubiera sido servir a los egipcios que morir en el desierto!» (Éxodo 14: 12).
Vieron el portentoso milagro de las aguas del Mar Rojo que se abrieron para que el pueblo de Dios lo atravesara. Sí, ¡todo lo había hecho Dios! Moisés no había venido solo. El gran «Yo Soy» lo había enviado, no había ninguna duda. Por eso el cántico del capítulo 15 de Éxodo habla no solamente de la gran hazaña realizada, sino de la confianza en el futuro. En el canto se expresa la seguridad de la conquista. «Las naciones temblarán al escucharlo [...]. Los cananeos perderán el ánimo» (vers. 14, 15).
Y no solamente para la conquista de Canaán, sino que, en una frase profética, el canto asegura: «¡El Señor reina por siempre y para siempre!» (vers. 18). Es el canto de una experiencia de liberación, similar al que entonarán los redimidos en el mar de vidrio, el cual no te puedes perder.
Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna
Moises había llegado solo. Con ideales de libertad y emancipación, pero... ¡solo! «¡Mejor que no hubiera venido!», muchos exclamaron, cuando, por la agitación provocada por Moisés, les impusieron «tareas más pesadas» (Éxodo 5:9). Ahora, en la otra orilla del Mar Rojo, todos estaban seguros de que Moisés no habla venido solo. Dios había cumplido su promesa. Todo había ocurrido muy rápido. Las escenas comenzaron a correr vertiginosamente por las mentes de todos mientras miraban la más reciente intervención de Dios: El ejército del faraón se había ahogado en las aguas del Mar Rojo.
Las plagas para Egipto y la protección divina para sus hijos. La salida apresurada cargados de todo cuanto pidieron a los egipcios. La columna que providencialmente había aparecido para darles iluminación en la noche, en forma de fuego, y sombra en el día, en forma de nube. De pronto se vieron en un espantoso callejón sin salida frente al mar y perseguidos por el ejército más poderoso de la época. La situación les hizo dudar de la sabiduría de Moisés y de Dios mismo al haber tratado de liberarlos. Acorralados, sin escapatoria aparente, hablan dicho: «¡Mejor nos hubiera sido servir a los egipcios que morir en el desierto!» (Éxodo 14: 12).
Vieron el portentoso milagro de las aguas del Mar Rojo que se abrieron para que el pueblo de Dios lo atravesara. Sí, ¡todo lo había hecho Dios! Moisés no había venido solo. El gran «Yo Soy» lo había enviado, no había ninguna duda. Por eso el cántico del capítulo 15 de Éxodo habla no solamente de la gran hazaña realizada, sino de la confianza en el futuro. En el canto se expresa la seguridad de la conquista. «Las naciones temblarán al escucharlo [...]. Los cananeos perderán el ánimo» (vers. 14, 15).
Y no solamente para la conquista de Canaán, sino que, en una frase profética, el canto asegura: «¡El Señor reina por siempre y para siempre!» (vers. 18). Es el canto de una experiencia de liberación, similar al que entonarán los redimidos en el mar de vidrio, el cual no te puedes perder.
«No hemos de confiar en nuestra fe, sino en las promesas de Dios». MJ 109
Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna
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