Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado (Salmo 51: 1, 2).
El hecho de que dios nos guíe al arrepentimiento nos habla de la incapacidad de los seres humanos para regresar a Dios. Por nosotros mismos no somos capaces de producir las condiciones necesarias para arrepentimos. Dios, por su Espíritu, tiene que guiarnos; y si accedemos a esa gula, va a producir en nosotros el arrepentimiento que él quiere.
Veíamos anteriormente que hay dos clases de arrepentimiento, el genuino y el falso. Dios quiere guiarnos al arrepentimiento genuino, que es el único que califica para que Dios nos acepte. Como nosotros no podemos arrepentimos por nuestra cuenta, cuando intentamos hacerlo caemos en un falso arrepentimiento, que Dios no aprueba. Eso fue lo que les pasó a algunas personas mencionadas en el relato bíblico. Forzaron un arrepentimiento sin la ayuda de Dios, y cayeron en el falso arrepentimiento. Dios es el único que capacita para el arrepentimiento verdadero.
Lo que sucede es que Satanás es el maestro del engaño y la falsificación, y hace creer a ciertas personas que están arrepentidas, cuando no lo están realmente. Ya vimos" que el falso arrepentimiento es una tristeza que se enfoca en la pena y el castigo, no en el pecado mismo. Por el contrario, el genuino arrepentimiento produce una tristeza por el pecado cometido, y le pide a Dios un nuevo corazón, es decir, una mente nueva.
El ejemplo clásico de un arrepentimiento verdadero lo hayamos en la experiencia del rey David: «Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa, y tu juicio, irreprochable [...]. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu» (Sal. 51: 3, 4, 10, 11). «Efectuar un arrepentimiento como este, está más allá del alcance de nuestro propio poder; se obtiene solamente de Cristo» (El camino a Cristo, p. 23).
Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C
El hecho de que dios nos guíe al arrepentimiento nos habla de la incapacidad de los seres humanos para regresar a Dios. Por nosotros mismos no somos capaces de producir las condiciones necesarias para arrepentimos. Dios, por su Espíritu, tiene que guiarnos; y si accedemos a esa gula, va a producir en nosotros el arrepentimiento que él quiere.
Veíamos anteriormente que hay dos clases de arrepentimiento, el genuino y el falso. Dios quiere guiarnos al arrepentimiento genuino, que es el único que califica para que Dios nos acepte. Como nosotros no podemos arrepentimos por nuestra cuenta, cuando intentamos hacerlo caemos en un falso arrepentimiento, que Dios no aprueba. Eso fue lo que les pasó a algunas personas mencionadas en el relato bíblico. Forzaron un arrepentimiento sin la ayuda de Dios, y cayeron en el falso arrepentimiento. Dios es el único que capacita para el arrepentimiento verdadero.
Lo que sucede es que Satanás es el maestro del engaño y la falsificación, y hace creer a ciertas personas que están arrepentidas, cuando no lo están realmente. Ya vimos" que el falso arrepentimiento es una tristeza que se enfoca en la pena y el castigo, no en el pecado mismo. Por el contrario, el genuino arrepentimiento produce una tristeza por el pecado cometido, y le pide a Dios un nuevo corazón, es decir, una mente nueva.
El ejemplo clásico de un arrepentimiento verdadero lo hayamos en la experiencia del rey David: «Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa, y tu juicio, irreprochable [...]. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu» (Sal. 51: 3, 4, 10, 11). «Efectuar un arrepentimiento como este, está más allá del alcance de nuestro propio poder; se obtiene solamente de Cristo» (El camino a Cristo, p. 23).
Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C
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