Hijos, obedezcan en todo a sus padres, porque esto agrada al Señor. Colosenses 3:20.
Cualquiera que vea por primera vez el nacimiento de una jirafa, muy probablemente pensará que la madre es la más cruel del mundo animal. Apenas la jirafa bebé sale del vientre materno, lo primero que trata de hacer es pararse sobre sus débiles patitas. Cuando lo logra, entonces ocurre lo que uno menos espera. La madre la patea hasta enviarla al suelo, para que se levante de nuevo. Si no lo hace, la madre insistirá hasta que lo logre.
Cuando la jirafa bebé finalmente logra levantarse, la madre la envía otra vez al suelo. Pero no se trata de «abuso infantil», en absoluto. La madre sabe que la jirafa recién nacida necesita fortalecer sus piernas lo antes posible para que pueda avanzar con el resto del rebaño. No hacerlo equivale a convertirse en un suculento desayuno para los hambrientos depredadores que abundan por los alrededores.
La conducta de la madre jirafa no es muy diferente de la de nuestros padres cuando intentan prepararnos para la vida. Lo que ellos quieren es equiparnos con principios y valores que nos permitirán no solo sobrevivir, sino también triunfar en una sociedad que se muestra cada vez más complaciente con el mal.
En el momento nos resulta fastidioso que nos impongan límites, pero la verdad es que, sin esos reglamentos, nuestro desarrollo integral jamás se haría realidad. Ya sabes a qué me refiero. A nadie le gusta que se le diga lo que tiene que hacer. Creemos que «nos las sabemos todas». Pero la realidad es que los adultos han vivido durante más tiempo. Ya saben por experiencia que sin límites no hay desarrollo. Durante años, cuando tuve tu edad, me costó entender por qué mis padres exigían el cumplimiento de reglas en nuestro hogar. Ahora que yo mismo soy padre, lo entiendo perfectamente. Y doy gracias a Dios porque mis padres fueron constantes en la aplicación de esas reglas. Cuando tus padres te exijan obediencia, o cuando te «empujen» para que salgas adelante, recuerda que la jirafa madre patea a su bebé porque sabe que solo así podrá sobrevivir en un mundo hostil. Y recuerda, una vez más:
SIN LÍMITES NO HAY DESARROLLO.
«Ayúdame Señor, a escuchar al sabio consejo de los adultos que desean sinceramente mi bienestar».
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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