David dice lo mismo cuando habla de la dicha de aquel a quien Dios le atribuye justicia sin la mediación de las obras: «¡Dichosos aquellos a quienes se les perdonan las transgresiones y se les cubren los pecados! ¡Dichoso aquel cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta!» (Romanos 4: 6-8).
Otro aspecto de la justificación es que se vincula con el perdón. Para que Dios pueda declarar justa a una persona, primero tiene que resolver el problema de su pecado. Es allí donde aparece el perdón. Dios perdona al ser humano; y sobre la base de ese perdón, lo declara justo.
Ayer leyó acerca de la vindicación. Declara que Dios vindica al pecador al declararlo justo. En realidad, Dios vindica al pecador sobre la base del perdón. Pero el perdón ya nos induce a pensar que el pecador no es inocente. Si fuera inocente, no habría necesidad de perdón. Luego, la vindicación no implica que el ser humano no sea culpable. Es vindicado porque Dios se echa la culpa; pero eso lo hace por un acto de misericordia y amor por el pecador. En realidad, el pecador merece su condena. En el concepto bíblico de la justificación, el pecador nunca es inocente. Es vindicado ante la justicia divina, es perdonado, pero es culpable.
En la parábola del fariseo y el publicano, el Señor dijo que el publicano ni siquiera levantaba los ojos al cielo, sino que decía: «¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!» (Lúe. 18: 13). Este, dijo Jesús, regresó a su casa justificado. Aceptando el hecho de ser pecador, y pidiendo perdón por sus pecados, fue declarado justo por Dios, y regresó a su casa justificado. Dios lo perdonó por su actitud; y al solucionar su pecado, recibió la justificación divina.
Podríamos decir que la justificación está fincada sobre el perdón. De ahí la vinculación estrecha que hay entre el perdón y la justificación. En el proceso de la salvación: Somos justificados porque fuimos perdonados, porque reconocimos nuestros pecados, porque somos pecadores, porque el mal existe, porque Dios hizo un plan para salvarnos del mal.
Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C
Otro aspecto de la justificación es que se vincula con el perdón. Para que Dios pueda declarar justa a una persona, primero tiene que resolver el problema de su pecado. Es allí donde aparece el perdón. Dios perdona al ser humano; y sobre la base de ese perdón, lo declara justo.
Ayer leyó acerca de la vindicación. Declara que Dios vindica al pecador al declararlo justo. En realidad, Dios vindica al pecador sobre la base del perdón. Pero el perdón ya nos induce a pensar que el pecador no es inocente. Si fuera inocente, no habría necesidad de perdón. Luego, la vindicación no implica que el ser humano no sea culpable. Es vindicado porque Dios se echa la culpa; pero eso lo hace por un acto de misericordia y amor por el pecador. En realidad, el pecador merece su condena. En el concepto bíblico de la justificación, el pecador nunca es inocente. Es vindicado ante la justicia divina, es perdonado, pero es culpable.
En la parábola del fariseo y el publicano, el Señor dijo que el publicano ni siquiera levantaba los ojos al cielo, sino que decía: «¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!» (Lúe. 18: 13). Este, dijo Jesús, regresó a su casa justificado. Aceptando el hecho de ser pecador, y pidiendo perdón por sus pecados, fue declarado justo por Dios, y regresó a su casa justificado. Dios lo perdonó por su actitud; y al solucionar su pecado, recibió la justificación divina.
Podríamos decir que la justificación está fincada sobre el perdón. De ahí la vinculación estrecha que hay entre el perdón y la justificación. En el proceso de la salvación: Somos justificados porque fuimos perdonados, porque reconocimos nuestros pecados, porque somos pecadores, porque el mal existe, porque Dios hizo un plan para salvarnos del mal.
Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C
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