Quien encubre su pecado jamas prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón (Proverbios 28: 13).
El siguiente paso en el proceso de la justificación es la confesión del pecado. Uno se pregunta: ¿Por qué es necesaria la confesión? ¿No sabe Dios todo acerca de mí, que todavía necesito hacer una confesión? Es probable que la confesión haya sido ideada por Dios para darnos sanidad mental y espiritual. El pecado y su convicción producen tal daño en la conciencia humana, que nos destruye interiormente. Dios ideó la confesión como paso fundamental para emanciparnos del complejo de culpa, y capacitarnos para vencer el mal que hay en nosotros.
Para que la confesión cumpla estos propósitos, debe ser guiada por el Espíritu de Santo. Porque así como hay una confesión genuina, hay una que es falsa. La confesión arrancada a la fuerza, o la que se hace cuando hemos sido descubiertos y no tenemos otra alternativa, no es la confesión a la que nos guía el Espíritu de Dios. No tiene ningún valor sicoterapéutico, ni produce sanidad espiritual.
En el antiguo santuario hebreo aparecen ya los elementos básicos de una confesión genuina. Leemos: «Si alguien resulta culpable de alguna de estas cosas, deberá reconocer que ha pecado y llevarle al Señor en sacrificio expiatorio por la culpa del pecado cometido, una hembra del rebaño, que podrá ser una oveja o una cabra. Así el sacerdote hará expiación por ese pecado» (Lev. 5: 5, 6). La confesión debe ser voluntaria, estar basada en un genuino reconocimiento de culpa, ser específica y aceptar la provisión de expiación hecha. El culpable confesaba su pecado poniendo sus manos sobre la víctima, y luego la degollaba para la expiación de su pecado. Después de esta ceremonia, el oferente regresaba a su casa con una conciencia libre de culpa. La confesión le daba higiene y sanidad mental.
Cuando se hace una confesión precisa del pecado, ocurren varias cosas en la mente del individuo involucrado. Tiene que recordar lo que hizo, lo cual lo lleva a recordar hechos y circunstancias. Esto lo capacita para estar alerta la siguiente vez, y lo prepara para vencer.
Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C
El siguiente paso en el proceso de la justificación es la confesión del pecado. Uno se pregunta: ¿Por qué es necesaria la confesión? ¿No sabe Dios todo acerca de mí, que todavía necesito hacer una confesión? Es probable que la confesión haya sido ideada por Dios para darnos sanidad mental y espiritual. El pecado y su convicción producen tal daño en la conciencia humana, que nos destruye interiormente. Dios ideó la confesión como paso fundamental para emanciparnos del complejo de culpa, y capacitarnos para vencer el mal que hay en nosotros.
Para que la confesión cumpla estos propósitos, debe ser guiada por el Espíritu de Santo. Porque así como hay una confesión genuina, hay una que es falsa. La confesión arrancada a la fuerza, o la que se hace cuando hemos sido descubiertos y no tenemos otra alternativa, no es la confesión a la que nos guía el Espíritu de Dios. No tiene ningún valor sicoterapéutico, ni produce sanidad espiritual.
En el antiguo santuario hebreo aparecen ya los elementos básicos de una confesión genuina. Leemos: «Si alguien resulta culpable de alguna de estas cosas, deberá reconocer que ha pecado y llevarle al Señor en sacrificio expiatorio por la culpa del pecado cometido, una hembra del rebaño, que podrá ser una oveja o una cabra. Así el sacerdote hará expiación por ese pecado» (Lev. 5: 5, 6). La confesión debe ser voluntaria, estar basada en un genuino reconocimiento de culpa, ser específica y aceptar la provisión de expiación hecha. El culpable confesaba su pecado poniendo sus manos sobre la víctima, y luego la degollaba para la expiación de su pecado. Después de esta ceremonia, el oferente regresaba a su casa con una conciencia libre de culpa. La confesión le daba higiene y sanidad mental.
Cuando se hace una confesión precisa del pecado, ocurren varias cosas en la mente del individuo involucrado. Tiene que recordar lo que hizo, lo cual lo lleva a recordar hechos y circunstancias. Esto lo capacita para estar alerta la siguiente vez, y lo prepara para vencer.
Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C
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