Y sí es por grada, ya no es por obras; porque en tal caso la gracia ya no sería grada (Romanos 11: 6).
Se ha estudiado la dinámica de la justificación, es decir, cómo funciona en la vida práctica el hecho de ser justificados por Dios. Lo hicimos con el propósito de determinar cuál es la parte que los seres humanos deben desempeñar en el proceso. Porque, aunque la justificación se puede dar en un instante, hay un proceso mental que nos lleva a ella.
Hemos visto que para alcanzar la justificación debemos tener convicción de pecado. Es decir, reconocer nuestra condición y nuestros actos pecaminosos. Vimos que no podríamos hacerlo si no fuera por el Espíritu Santo, que produce este convencimiento. Consideramos el asunto de la fe, y vimos que es un don de Dios que nos capacita para creer que Jesús nos puede ayudar. También vimos que junto con la convicción de pecado, viene la contrición, que es el dolor que se experimenta cuando nos damos cuenta de que hemos pecado contra Dios, esto también lo produce el Espíritu de Dios en el corazón humano. Luego consideramos que el Espíritu nos lleva al arrepentimiento; y que si no fuera por él, caeríamos en un arrepentimiento falso. Hablamos de la confesión, que es la obra divina que nos ayuda a emanciparnos del pecado y a solucionar el pernicioso complejo de culpa. Finalmente, discurrimos sobre el perdón y lo maravilloso que es tener a un Dios que perdona cualquier pecado, y nos limpia del mal. Allí, sin embargo, reflexionamos sobre el pecado que Dios no puede perdonar, y lo que eso significa en la experiencia humana.
Al hacer esta síntesis, nos damos cuenta de que Dios es el que produce todo. Para que el ser humano pudiera ser redimido, Dios tenía que buscarlo; como el hombre no puede volver a Dios por sí solo, el Señor tiene que habilitarlo; como no tenía con qué pagar la deuda, Dios se la perdona. ¿Cuál es, entonces, nuestra responsabilidad? ¿Qué es lo que los seres humanos tenemos que hacer? Hay una sola cosa que tenemos que hacer: Aceptar lo que Dios nos da y rendir nuestra voluntad a él.
Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C
Se ha estudiado la dinámica de la justificación, es decir, cómo funciona en la vida práctica el hecho de ser justificados por Dios. Lo hicimos con el propósito de determinar cuál es la parte que los seres humanos deben desempeñar en el proceso. Porque, aunque la justificación se puede dar en un instante, hay un proceso mental que nos lleva a ella.
Hemos visto que para alcanzar la justificación debemos tener convicción de pecado. Es decir, reconocer nuestra condición y nuestros actos pecaminosos. Vimos que no podríamos hacerlo si no fuera por el Espíritu Santo, que produce este convencimiento. Consideramos el asunto de la fe, y vimos que es un don de Dios que nos capacita para creer que Jesús nos puede ayudar. También vimos que junto con la convicción de pecado, viene la contrición, que es el dolor que se experimenta cuando nos damos cuenta de que hemos pecado contra Dios, esto también lo produce el Espíritu de Dios en el corazón humano. Luego consideramos que el Espíritu nos lleva al arrepentimiento; y que si no fuera por él, caeríamos en un arrepentimiento falso. Hablamos de la confesión, que es la obra divina que nos ayuda a emanciparnos del pecado y a solucionar el pernicioso complejo de culpa. Finalmente, discurrimos sobre el perdón y lo maravilloso que es tener a un Dios que perdona cualquier pecado, y nos limpia del mal. Allí, sin embargo, reflexionamos sobre el pecado que Dios no puede perdonar, y lo que eso significa en la experiencia humana.
Al hacer esta síntesis, nos damos cuenta de que Dios es el que produce todo. Para que el ser humano pudiera ser redimido, Dios tenía que buscarlo; como el hombre no puede volver a Dios por sí solo, el Señor tiene que habilitarlo; como no tenía con qué pagar la deuda, Dios se la perdona. ¿Cuál es, entonces, nuestra responsabilidad? ¿Qué es lo que los seres humanos tenemos que hacer? Hay una sola cosa que tenemos que hacer: Aceptar lo que Dios nos da y rendir nuestra voluntad a él.
Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C
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