jueves, 6 de enero de 2011

SI CONFIAS EN MÍ

Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza. (Salmos 40:4)

En un hangar vivía un avioncito que compartía su aventuras con varios amigos que, como él, surcaban el aire en vuelo veloz. Un día, la joven que los cuidaba le asignó una tarea que requería mucha responsabilidad: debía cuidar de un perrito. El avioncito se emocionó mucho, ya que deseaba que le dieran ese tipo de tareas para sentirse más importante.
Se sentía tan contento y entusiasmado que quería demostrar a sus amigos que estaba a la altura del encargo. Lamentablemente para él, en seguida tuvo la ocasión de comprobar que no era así. Otros avioncitos vinieron a invitarlo a jugar a las persecuciones aéreas. Como no había cosa en el mundo que le gustara más a nuestro amigo que jugar a este juego, aunque sabía que tenía una responsabilidad, pensó que no pasaría nada por irse un ratito a jugar con sus amigos. Abandonó al perro y surcó el aire con gran bullicio. Todo parecía ir de maravilla, hasta que se puso el sol, anunciando que las horas habían transcurrido velozmente. Entonces nuestro amigo regresó en busca del perrito, pero este había desaparecido. Lo buscó por todas partes con desesperación, consciente de que no había estado a la altura de su responsabilidad, hasta que finalmente encontró al cachorro. Esta experiencia enseñó al avioncito una gran lección.
Este es uno de los cuentos favoritos de mi hijo pequeño, y encierra una enseñanza muy importante para nosotras. Nos resulta fácil hacer promesas: prometemos amor eterno frente al altar cuando nos unimos en matrimonio y hacemos promesas a nuestros hijos que en muchas ocasiones somos incapaces de cumplir. Hoy te invito a que deposites tu confianza en las promesas de uno que sí las cumple. Él nos asegura que nunca cambia: «La hierba se seca, y se marchita la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre» (Isa. 40: 8).
Intentemos cumplir lo que prometemos, pero si nuestra palabra sucumbe ante la debilidad humana, acudamos al Dios que siempre cumple sus promesas. No te rindas si alguna vez te caes al suelo; la mano de Dios está a tu lado para levantarte. Esa es su promesa, aférrate a ella.


Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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