Y él dijo: He aquí y o veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses. Daniel 3:25.
Ayer hablamos de que los amigos están para ayudar al que está desanimado y para dar consuelo. Hoy mencionaremos la importancia de la amistad para superar las pruebas de la vida. Este fue el caso de Sadrac, Mesac y Abed-nego.
El edicto imperial había salido desde Babilonia y recorrido todos los pueblos subyugados. De cada uno de ellos habían salido "los sátrapas, magistrados, capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces y todos los gobernadores de las provincias" (Dan. 3:2) con el propósito de honrar al dios que Nabucodonosor había levantado en la llanura de Dura. Una imagen colosal toda de oro, de 27 metros de altura y casi 3 metros de ancho se elevaba imponente y majestuosa.
La ley era clara: al oír la música todos debían inclinarse ante la estatua y adorarla, en caso contrario serían quemados en el horno de fuego.
Los tres amigos sabían lo que tenían que hacer, ya que como adoradores del verdadero Dios conocían el mandamiento que dice: "no te harás imagen... no te inclinarás a ellas, ni las honrarás" (Exo. 20:4, 5) y entre los tres se estimularon y se animaron para que su fe no decayera en el momento de prueba.
La música comenzó a escucharse y todo el mundo se inclinó ante el ídolo babilónico... ¿todo el mundo? No, los tres amigos permanecieron de pie ante la tremenda presión de todas las miradas. Algunos caldeos maliciosos fueron con el chisme al rey y este tuvo que interrogar a los tres hebreos audaces que se habían animado a desafiarlo. Con algo de paciencia, el rey procuró darles otra oportunidad, siempre y cuando ellos obedecieran. Si no, el castigo de ser completamente quemados sería efectivo. Los tres jóvenes no se pusieron a discutir con el rey, sino que con fe robusta confesaron que su Dios podía librarlos de las llamas, y si no lo hacía, tampoco adorarían a la imagen de oro. El enojo del rey no conoció límites, y con una cólera total ordenó que se calentara el horno de fuego y que los tres amigos fueran lanzados en él.
Jesús, el gran Amigo, no se olvidó de los suyos, y en ese momento de prueba se hizo presente para acompañar a estos tres héroes. Esta es la historia bíbli-i ,1 de los cuatro amigos que se pasearon en un horno de fuego sin quemarse, porque uno de ellos tenía el poder sobre las llamas y la vida.
Hoy nosotros también podemos estar expuestos al fuego de los problemas y las pruebas. En esos momentos, puedes contar con el mismo Amigo que acompañó y salvó a los tres jóvenes hebreos.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
Ayer hablamos de que los amigos están para ayudar al que está desanimado y para dar consuelo. Hoy mencionaremos la importancia de la amistad para superar las pruebas de la vida. Este fue el caso de Sadrac, Mesac y Abed-nego.
El edicto imperial había salido desde Babilonia y recorrido todos los pueblos subyugados. De cada uno de ellos habían salido "los sátrapas, magistrados, capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces y todos los gobernadores de las provincias" (Dan. 3:2) con el propósito de honrar al dios que Nabucodonosor había levantado en la llanura de Dura. Una imagen colosal toda de oro, de 27 metros de altura y casi 3 metros de ancho se elevaba imponente y majestuosa.
La ley era clara: al oír la música todos debían inclinarse ante la estatua y adorarla, en caso contrario serían quemados en el horno de fuego.
Los tres amigos sabían lo que tenían que hacer, ya que como adoradores del verdadero Dios conocían el mandamiento que dice: "no te harás imagen... no te inclinarás a ellas, ni las honrarás" (Exo. 20:4, 5) y entre los tres se estimularon y se animaron para que su fe no decayera en el momento de prueba.
La música comenzó a escucharse y todo el mundo se inclinó ante el ídolo babilónico... ¿todo el mundo? No, los tres amigos permanecieron de pie ante la tremenda presión de todas las miradas. Algunos caldeos maliciosos fueron con el chisme al rey y este tuvo que interrogar a los tres hebreos audaces que se habían animado a desafiarlo. Con algo de paciencia, el rey procuró darles otra oportunidad, siempre y cuando ellos obedecieran. Si no, el castigo de ser completamente quemados sería efectivo. Los tres jóvenes no se pusieron a discutir con el rey, sino que con fe robusta confesaron que su Dios podía librarlos de las llamas, y si no lo hacía, tampoco adorarían a la imagen de oro. El enojo del rey no conoció límites, y con una cólera total ordenó que se calentara el horno de fuego y que los tres amigos fueran lanzados en él.
Jesús, el gran Amigo, no se olvidó de los suyos, y en ese momento de prueba se hizo presente para acompañar a estos tres héroes. Esta es la historia bíbli-i ,1 de los cuatro amigos que se pasearon en un horno de fuego sin quemarse, porque uno de ellos tenía el poder sobre las llamas y la vida.
Hoy nosotros también podemos estar expuestos al fuego de los problemas y las pruebas. En esos momentos, puedes contar con el mismo Amigo que acompañó y salvó a los tres jóvenes hebreos.
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