Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús (1 Tesalonicenses 5:18).
Mi pasado se remonta al momento en que el milagro de la vida se hizo una realidad en mí. A las dos de la tarde de un día como hoy respiré por primera vez el aire de este mundo. Aunque el enemigo luchó para que mi concepción no tuviera éxito, Dios manejó todo, y hoy vuelvo a cumplir otro año más de esa vida que me dio como regalo. ¿Por qué tuvo Dios tanto interés en mí? ¿Por qué luchó para que yo naciera? ¿Poiqué veló constantemente por conservarme la vida? Por la misma razón que lo hace contigo: porque su amor es eterno, porque somos especiales y quiere regalarnos la oportunidad de disfrutar a su lado por toda la eternidad.
¿Sabes cuál es el propósito de Dios para tu vida en esta tierra? La respuesta a esta interrogante puede variar, pero una cosa es cierta: no has venido al mundo por casualidad. No eres un accidente. Agentes humanos tuvieron que ver con tu concepción, pero no fueron los responsables de darte la vida. Solo el aliento divino, el amor de un Dios que permitió que se unieran óvulo y espermatozoide, fue el que te hizo tal como eres.
Vivir en este mundo sin esperanza y sin optimismo es decirle a Dios que se equivocó al darte la oportunidad de nacer. Dios te ha dado el derecho de nacer porque te ama y tiene para ti grandes propósitos. Si no los has descubierto aún, si crees que le has fallado a tu Creador, si no ves motivo alguno para tu existencia, mira al cielo y escucha la voz divina diciéndote: «No te he prometido cielos azules y senderos bordeados de flores durante toda la vida; no te he prometido el sol sin la lluvia, ni gozos sin tristezas, ni paz sin dolor. Te he prometido fuerza para el día, descanso después de tu labor, luz para el camino, gracia en todas tus pruebas, anida celestial, simpatía inagotable e imperecedero amor» (Annie Johnson Flint).
La voluntad de Dios para tu vida ha sido darte el derecho a nacer.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Mi pasado se remonta al momento en que el milagro de la vida se hizo una realidad en mí. A las dos de la tarde de un día como hoy respiré por primera vez el aire de este mundo. Aunque el enemigo luchó para que mi concepción no tuviera éxito, Dios manejó todo, y hoy vuelvo a cumplir otro año más de esa vida que me dio como regalo. ¿Por qué tuvo Dios tanto interés en mí? ¿Por qué luchó para que yo naciera? ¿Poiqué veló constantemente por conservarme la vida? Por la misma razón que lo hace contigo: porque su amor es eterno, porque somos especiales y quiere regalarnos la oportunidad de disfrutar a su lado por toda la eternidad.
¿Sabes cuál es el propósito de Dios para tu vida en esta tierra? La respuesta a esta interrogante puede variar, pero una cosa es cierta: no has venido al mundo por casualidad. No eres un accidente. Agentes humanos tuvieron que ver con tu concepción, pero no fueron los responsables de darte la vida. Solo el aliento divino, el amor de un Dios que permitió que se unieran óvulo y espermatozoide, fue el que te hizo tal como eres.
Vivir en este mundo sin esperanza y sin optimismo es decirle a Dios que se equivocó al darte la oportunidad de nacer. Dios te ha dado el derecho de nacer porque te ama y tiene para ti grandes propósitos. Si no los has descubierto aún, si crees que le has fallado a tu Creador, si no ves motivo alguno para tu existencia, mira al cielo y escucha la voz divina diciéndote: «No te he prometido cielos azules y senderos bordeados de flores durante toda la vida; no te he prometido el sol sin la lluvia, ni gozos sin tristezas, ni paz sin dolor. Te he prometido fuerza para el día, descanso después de tu labor, luz para el camino, gracia en todas tus pruebas, anida celestial, simpatía inagotable e imperecedero amor» (Annie Johnson Flint).
La voluntad de Dios para tu vida ha sido darte el derecho a nacer.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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