Un pecador destruye mucho bien. Eclesiastés 9:18.
Hay errores que no pueden ser reparados. Al igual que los vidrios de los automóviles viejos, que al sufrir un golpe o un impacto se trizan y luego se resquebrajan en cientos de partes irreparables, hay errores que dejan una huella irreparable.
Esto le ocurrió al novio de una alumna muy querida. Se enamoraron desde la adolescencia y contrajeron un noviazgo serio por un tiempo. Con sus diecinueve años, este joven sintió que perdía el tiempo al estar en una relación formal y en diversas ocasiones engañó a su novia. Todo parecía funcionar sin problemas, y él razonaba que el hecho de que los padres de ella no le daban muchas libertades, le daba a él el derecho de llevar una doble vida.
El tiempo pasó, y llegó el día en que una de sus aventuras amorosas no terminó como lo esperaba: la chica quedó embarazada. Con un dolor inmenso debió contarle a su novia, mi alumna, el error que había cometido. Como ella decidió terminar con el noviazgo, él insistió en que la relación continuara, ya que no amaba a la madre de su futuro hijo. Poco después del fin del noviazgo, se dedicó a las drogas, porque no podía aceptar vivir separado de aquella a quien consideraba el amor de su vida. Por otra parte, había un hijo en juego, y toda la responsabilidad que eso significaba. Nunca más volvieron a ser novios, aunque los dos se amaban muchísimo.
Esta dolorosa "novela" se podría haber evitado si él hubiera valorado a la persona que tenía a su lado. La Biblia procura mostrarnos de antemano que quien se dedica a una vida de pecado, "destruye mucho bien", porque hay errores que tristemente no pueden ser reparados. Reconocer la equivocación, arrepentirse y confesar la falta no son suficientes para borrar toda la historia y comenzar de nuevo. Hay consecuencias que no pueden ignorarse, al igual que cuando se rompe un vidrio.
Dios, como nuestro Padre de amor, procura prevenirnos de esa clase de errores. Él sabe por anticipado cuáles serán los amargos resultados de vivir en pecado. Por eso, en su Carta de amor, intenta llamar la atención a cada hijo suyo para que evite todo contacto con el mal. La doble vida y el engaño en el amor no deben tener parte entre los hijos de Dios.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
Hay errores que no pueden ser reparados. Al igual que los vidrios de los automóviles viejos, que al sufrir un golpe o un impacto se trizan y luego se resquebrajan en cientos de partes irreparables, hay errores que dejan una huella irreparable.
Esto le ocurrió al novio de una alumna muy querida. Se enamoraron desde la adolescencia y contrajeron un noviazgo serio por un tiempo. Con sus diecinueve años, este joven sintió que perdía el tiempo al estar en una relación formal y en diversas ocasiones engañó a su novia. Todo parecía funcionar sin problemas, y él razonaba que el hecho de que los padres de ella no le daban muchas libertades, le daba a él el derecho de llevar una doble vida.
El tiempo pasó, y llegó el día en que una de sus aventuras amorosas no terminó como lo esperaba: la chica quedó embarazada. Con un dolor inmenso debió contarle a su novia, mi alumna, el error que había cometido. Como ella decidió terminar con el noviazgo, él insistió en que la relación continuara, ya que no amaba a la madre de su futuro hijo. Poco después del fin del noviazgo, se dedicó a las drogas, porque no podía aceptar vivir separado de aquella a quien consideraba el amor de su vida. Por otra parte, había un hijo en juego, y toda la responsabilidad que eso significaba. Nunca más volvieron a ser novios, aunque los dos se amaban muchísimo.
Esta dolorosa "novela" se podría haber evitado si él hubiera valorado a la persona que tenía a su lado. La Biblia procura mostrarnos de antemano que quien se dedica a una vida de pecado, "destruye mucho bien", porque hay errores que tristemente no pueden ser reparados. Reconocer la equivocación, arrepentirse y confesar la falta no son suficientes para borrar toda la historia y comenzar de nuevo. Hay consecuencias que no pueden ignorarse, al igual que cuando se rompe un vidrio.
Dios, como nuestro Padre de amor, procura prevenirnos de esa clase de errores. Él sabe por anticipado cuáles serán los amargos resultados de vivir en pecado. Por eso, en su Carta de amor, intenta llamar la atención a cada hijo suyo para que evite todo contacto con el mal. La doble vida y el engaño en el amor no deben tener parte entre los hijos de Dios.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
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