Después de esto aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba Dalila. Jueces 16:4.
El último romance que mantuvo Sansón antes del final de su vida fue con una mujer filistea llamada Dalila. Es el único capítulo de la Biblia que menciona a esta mujer por nombre, sin embargo, Dalila siempre ha sido símbolo de la mujer astuta que planea el mal de su enamorado con tal de obtener algún provecho personal.
Sansón había estado jugando con fuego. Puede decirse que en cierto momento se olvidó de quién provenía la gran fuerza que poseía y creyó que le era inherente. Satanás no quería que este juez de Israel salvara al pueblo de Dios, y habiendo identificado el punto más débil de su carácter, cruzó en su vida a una mujer sin escrúpulos ni principios.
Con la inocencia de un niño no se percató de la trampa que le habían tendido a través de su amorío. Los príncipes filisteos habían sobornado a Dalila para que descubriera el secreto de su gran fuerza, y ella, en "nombre del amor", lo presionaba cada día para conocer el misterio que lo rodeaba. Al principio Sansón logró distraerla con tres mentiras, pero "aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia" (Juec. 16:16). Pobre Sansón, el hombre temido por su gran fuerza, era víctima de una débil mujer que poseía astucia y maldad.
Por no aguantar más la presión, Sansón "le descubrió, pues, todo su corazón" (vers. 17) para luego ser traicionado. Una vez en poder de sus enemigos, le sacaron sus ojos y fue a dar vueltas en el molino de una cárcel.
Parece increíble, pero Sansón tuvo que quedar ciego para poder ver. El que había sido concebido para alcanzar grandes alturas en nombre de Dios, ahora estaba ciego y realizaba el vil trabajo de una muía. Pero en su ceguera vio con claridad al Dios que había traicionado y se arrepintió humildemente de su pecado.
Los jóvenes y las señoritas de este tiempo siguen teniendo la misma presión del enemigo que tuvo Sansón para que claudiquen su fe y se olviden del Dios de sus padres. Con astucia, el gran engañador procura que formen lazos de amor con no creyentes, para que se vuelva a repetir la triste historia de este hombre privilegiado. Así como Dalila se mostró atractiva y seductora, los jóvenes que no aman a Jesús y que jamás lo harán, se presentan como firmes candidatos para contraer compromisos con los hijos de Dios.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
El último romance que mantuvo Sansón antes del final de su vida fue con una mujer filistea llamada Dalila. Es el único capítulo de la Biblia que menciona a esta mujer por nombre, sin embargo, Dalila siempre ha sido símbolo de la mujer astuta que planea el mal de su enamorado con tal de obtener algún provecho personal.
Sansón había estado jugando con fuego. Puede decirse que en cierto momento se olvidó de quién provenía la gran fuerza que poseía y creyó que le era inherente. Satanás no quería que este juez de Israel salvara al pueblo de Dios, y habiendo identificado el punto más débil de su carácter, cruzó en su vida a una mujer sin escrúpulos ni principios.
Con la inocencia de un niño no se percató de la trampa que le habían tendido a través de su amorío. Los príncipes filisteos habían sobornado a Dalila para que descubriera el secreto de su gran fuerza, y ella, en "nombre del amor", lo presionaba cada día para conocer el misterio que lo rodeaba. Al principio Sansón logró distraerla con tres mentiras, pero "aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia" (Juec. 16:16). Pobre Sansón, el hombre temido por su gran fuerza, era víctima de una débil mujer que poseía astucia y maldad.
Por no aguantar más la presión, Sansón "le descubrió, pues, todo su corazón" (vers. 17) para luego ser traicionado. Una vez en poder de sus enemigos, le sacaron sus ojos y fue a dar vueltas en el molino de una cárcel.
Parece increíble, pero Sansón tuvo que quedar ciego para poder ver. El que había sido concebido para alcanzar grandes alturas en nombre de Dios, ahora estaba ciego y realizaba el vil trabajo de una muía. Pero en su ceguera vio con claridad al Dios que había traicionado y se arrepintió humildemente de su pecado.
Los jóvenes y las señoritas de este tiempo siguen teniendo la misma presión del enemigo que tuvo Sansón para que claudiquen su fe y se olviden del Dios de sus padres. Con astucia, el gran engañador procura que formen lazos de amor con no creyentes, para que se vuelva a repetir la triste historia de este hombre privilegiado. Así como Dalila se mostró atractiva y seductora, los jóvenes que no aman a Jesús y que jamás lo harán, se presentan como firmes candidatos para contraer compromisos con los hijos de Dios.
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