Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. Santiago 3:2.
Nuestra manera de hablar progresa y cambia constantemente. Con el transcurso del tiempo, se van añadiendo nuevas palabras a nuestro vocabulario, a la vez que otras caen en desuso y dejamos de utilizarlas. Una vez tuve en mis manos una versión de la Biblia Reina Valera de 1602 y me asombre de como evoluciono la lengua castellana; la ortografía y muchas palabras eran diferentes.
Tristemente los cambios de la lengua no siempre son para bien, y en los últimos años se agregaron a la manera diaria de hablar palabras ofensivas o de índole sexual. Cuando yo era pequeño las llamaban "malas palabras", pero actualmente no hay programa radial o televisivo que no las utilice, y por supuesto están los que preguntan: "¿Por qué esas palabras que usa todo el mundo son malas?"
Las Escrituras llaman "malas palabras" a aquellas que se usan para ofender a otra persona. Jesús trato de frenar con sus enseñanzas y su ejemplo este tipo de palabras cuando dijo: "cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedara expuesto al infierno de fuego" (Mat. 5:22). La primera palabra, necio, significa "sin valor", "estúpido" y es una fuerte frase despectiva; la segunda, fatuo, hace referencia también a un "estúpido", "tonto", al paso que expresa desprecio por la falta de inteligencia en una persona (Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 325).
Es verdad que hay momentos en que las malas palabras brotan como un torrente caudaloso, especialmente en un arranque de cólera o de impotencia, pero incluso en esos momentos debemos, con la ayuda de lo Alto, frenar las palabras que podrían ser ofensivas para un semejante o para Dios. Nunca están disculpadas las malas palabras, ya que "cuando fraguamos excusas para justificar... las malas palabras, estamos educando el alma para el mal y, si proseguimos haciéndolo, llegara a ser un hábito ceder a la tentación. Entonces estaremos en el terreno de Satanás, vencidos, débiles y sin valor" (Mensajes selectos, t. 2, p. 270).
¿Te cuesta hablar sin malas palabras cuando estas con tus amigos? ¿Te contagias de un mal espíritu cuando ves un partido de futbol o al discutir con alguien? ¿Llegan a tu mente muchas frases ofensivas luego que te golpeas el dedo con un martillo? No te culpes, ya que el Señor todopoderoso no solo nos muestra el error sino que también nos comprende. Con todo cariño el desea obrar en tu carácter para darte el crecimiento espiritual que deseas, y su poder puede cambiar tu manera de hablar si se lo permites.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizue
Nuestra manera de hablar progresa y cambia constantemente. Con el transcurso del tiempo, se van añadiendo nuevas palabras a nuestro vocabulario, a la vez que otras caen en desuso y dejamos de utilizarlas. Una vez tuve en mis manos una versión de la Biblia Reina Valera de 1602 y me asombre de como evoluciono la lengua castellana; la ortografía y muchas palabras eran diferentes.
Tristemente los cambios de la lengua no siempre son para bien, y en los últimos años se agregaron a la manera diaria de hablar palabras ofensivas o de índole sexual. Cuando yo era pequeño las llamaban "malas palabras", pero actualmente no hay programa radial o televisivo que no las utilice, y por supuesto están los que preguntan: "¿Por qué esas palabras que usa todo el mundo son malas?"
Las Escrituras llaman "malas palabras" a aquellas que se usan para ofender a otra persona. Jesús trato de frenar con sus enseñanzas y su ejemplo este tipo de palabras cuando dijo: "cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedara expuesto al infierno de fuego" (Mat. 5:22). La primera palabra, necio, significa "sin valor", "estúpido" y es una fuerte frase despectiva; la segunda, fatuo, hace referencia también a un "estúpido", "tonto", al paso que expresa desprecio por la falta de inteligencia en una persona (Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 325).
Es verdad que hay momentos en que las malas palabras brotan como un torrente caudaloso, especialmente en un arranque de cólera o de impotencia, pero incluso en esos momentos debemos, con la ayuda de lo Alto, frenar las palabras que podrían ser ofensivas para un semejante o para Dios. Nunca están disculpadas las malas palabras, ya que "cuando fraguamos excusas para justificar... las malas palabras, estamos educando el alma para el mal y, si proseguimos haciéndolo, llegara a ser un hábito ceder a la tentación. Entonces estaremos en el terreno de Satanás, vencidos, débiles y sin valor" (Mensajes selectos, t. 2, p. 270).
¿Te cuesta hablar sin malas palabras cuando estas con tus amigos? ¿Te contagias de un mal espíritu cuando ves un partido de futbol o al discutir con alguien? ¿Llegan a tu mente muchas frases ofensivas luego que te golpeas el dedo con un martillo? No te culpes, ya que el Señor todopoderoso no solo nos muestra el error sino que también nos comprende. Con todo cariño el desea obrar en tu carácter para darte el crecimiento espiritual que deseas, y su poder puede cambiar tu manera de hablar si se lo permites.
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