viernes, 15 de abril de 2011

COMPARTIR CON LOS QUE TIENEN HAMBRE

Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber. Mateo 25:34, 35.

Una de las primeras actividades que realice cuando me iniciaba como capellán en un colegio, fue acompañar a una docente, alumnos y colaboradores, al hogar de niños "Puerta del cielo". Esta maestra había logrado juntar con su grupo de alumnos alimentos no perecederos, leche en polvo, frazadas, sabanas, algo de ropa y otros elementos necesarios para llevar a este orfanatorio.
Al llegar a ese lugar nos atendió una mujer de unos cincuenta años, con una amabilidad y simpatía extraordinarias, y nos agradeció enormemente el regalo que les llevábamos. Nos contó como con sacrificio y esfuerzo habían construido piezas, baños y camas para los más de treinta niños que Vivian allí. Ella y su familia no tenían ningún tipo de apoyo del gobierno de la ciudad por declararse religiosos "evangélicos". Por no pertenecer a la religión oficialista, no se los apoyaba con ninguna clase de ayuda.
Esta mujer, madre de varios niños, que tenía en su corazón el deseo de ayudar a los más necesitados, nos relató verdaderos milagros de como Dios había movido corazones misericordiosos en momentos de crisis. "Una noche terminamos la comida que teníamos, y al no saber qué comer al día siguiente porque tampoco teníamos dinero, oramos pidiéndole a Dios que nos consiguiera alimentos para esos niños, que no eran nuestros, pero que estaban bajo nuestro cuidado. Al otro día, un hombre se acercó con varias bolsas de arroz y algunas verduras para cocinarle a nuestros chicos".
Jesús desea que la religión que se vive no sea teórica sino práctica, y una de las maneras de hacer practico el amor al prójimo es compartiendo los alimentos que tenemos con los más pobres. Toda acción desinteresada por el bien de los demás no pasa desapercibida ante Dios, ya que aún el vaso de agua que damos solidariamente es una manifestación del amor divino.
El Rey del cielo tiene hermanos "más pequeños" que esperan de ti y de cada hijo de Dios para suplir sus necesidades. Por eso no cierres tu mano, ábrela en la medida de tus posibilidades, y ese mismo Rey te dirá: "Ven, bendito de mi Padre, hereda el reino preparado para ti desde la fundación del mundo".

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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