En esto, juntándose par millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Lucas 12:1.
Si hubo alguien autentico que camino por este mundo, fue Jesús. Sin dobleces, sin falsedad, sin engaños, se mostró tal cual era desde un principio. Sus palabras, su ejemplo y sus enseñanzas tenían una transparencia tal que incluso sus enemigos, cuando fueron a apresarlo, dijeron: "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!" (Juan 7:46).
Pero, aunque estamos en un mundo y una sociedad que en general dice ser cristiana, la hipocresía domina los ambientes más humildes como los más exaltados. Mientras que los niños no saben lo que es la falsedad, ya que se muestran tal como son y dicen lo que sienten, algunos adultos presentan una apariencia, una capa exterior expresada en sus palabras y miradas, cuando en realidad son otra cosa muy diferente.
Jesús debió hacer frente a hombres hipócritas y eso le provocaba repulsión, ya que para el —que podía leer los corazones— las apariencias no tenían sentido. Los fariseos mostraban un aspecto de piedad, eran la secta religiosa judía más estricta, diezmaban todas sus ganancias e incluso los condimentos para la comida como la menta y el comino, tenían seiscientos trece mandamientos que ensenaban al resto del pueblo, se paraban en las plazas a hacer largas oraciones y se ponían como ejemplo de sus conciudadanos.
Pero tras esa fachada religiosa se escondían hombres que amaban los placeres, que se aprovechaban de los débiles de la sociedad (las viudas y los huérfanos) para enriquecerse a expensas de ellos, que no querían ni pensaban guardar los mandamientos que ensenaban e incluso se convertían en asesinos de aquellos que se oponían a sus enseñanzas.
Todavía hoy la hipocresía reina en muchos corazones. Algunos ocultan terribles pecados tras un manto espiritual. Bajo una apariencia de amor se palpa la envidia, el desinterés y el odio, y lo más triste es que esta condición puede existir también entre personas que dicen amar a Dios.
Como joven, tu mente y tu vida espiritual están en proceso de formación, y tus decisiones en el presente se verán reflejadas en el futuro. Por eso ruégale a Dios que no permita que este triste pecado se aloje en tu vida, que puedas ser autentico con palabras y ejemplo, y que no anide en tu corazón ni una "pizca" de fariseísmo.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
Si hubo alguien autentico que camino por este mundo, fue Jesús. Sin dobleces, sin falsedad, sin engaños, se mostró tal cual era desde un principio. Sus palabras, su ejemplo y sus enseñanzas tenían una transparencia tal que incluso sus enemigos, cuando fueron a apresarlo, dijeron: "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!" (Juan 7:46).
Pero, aunque estamos en un mundo y una sociedad que en general dice ser cristiana, la hipocresía domina los ambientes más humildes como los más exaltados. Mientras que los niños no saben lo que es la falsedad, ya que se muestran tal como son y dicen lo que sienten, algunos adultos presentan una apariencia, una capa exterior expresada en sus palabras y miradas, cuando en realidad son otra cosa muy diferente.
Jesús debió hacer frente a hombres hipócritas y eso le provocaba repulsión, ya que para el —que podía leer los corazones— las apariencias no tenían sentido. Los fariseos mostraban un aspecto de piedad, eran la secta religiosa judía más estricta, diezmaban todas sus ganancias e incluso los condimentos para la comida como la menta y el comino, tenían seiscientos trece mandamientos que ensenaban al resto del pueblo, se paraban en las plazas a hacer largas oraciones y se ponían como ejemplo de sus conciudadanos.
Pero tras esa fachada religiosa se escondían hombres que amaban los placeres, que se aprovechaban de los débiles de la sociedad (las viudas y los huérfanos) para enriquecerse a expensas de ellos, que no querían ni pensaban guardar los mandamientos que ensenaban e incluso se convertían en asesinos de aquellos que se oponían a sus enseñanzas.
Todavía hoy la hipocresía reina en muchos corazones. Algunos ocultan terribles pecados tras un manto espiritual. Bajo una apariencia de amor se palpa la envidia, el desinterés y el odio, y lo más triste es que esta condición puede existir también entre personas que dicen amar a Dios.
Como joven, tu mente y tu vida espiritual están en proceso de formación, y tus decisiones en el presente se verán reflejadas en el futuro. Por eso ruégale a Dios que no permita que este triste pecado se aloje en tu vida, que puedas ser autentico con palabras y ejemplo, y que no anide en tu corazón ni una "pizca" de fariseísmo.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
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