En el mar fue tu camino y tus sendas en las muchas aguas; tus pisadas no fueron halladas. (Salmos 77:19).
Siempre me ha gustado caminar por la orilla de la playa y ver como mis huellas, aunque fugaces, son testigos de mi estancia en ese lugar. El versículo de hoy habla de unas pisadas, testigos mudos de la travesía milagrosa del pueblo de Israel por el Mar Rojo. Este incidente me hace pensar en cuantas veces he tenido que atravesar mi propio Mar Rojo. ¿Te has encontrado tú también frente a tu Mar Rojo particular?
Creo que todas en alguna ocasión hemos tenido que dejar nuestras huellas en algún mar. Quizás ha sido el mar de la escasez económica, de la enfermedad, de la separación, de la traición... Sin embargo, es precisamente ahí donde resulta más importante buscar las huellas de Dios.
Pero algo aparentemente contradictorio sucede en esos mementos difíciles. Al parecer cuando miramos la arena de los momentos duros de la vida, solo vemos un par de huellas y, afligidas, lloramos y nos atormentamos pensando que estamos solas, que Dios se ha olvidado de nosotras y que no tenemos fuerzas para continuar. Si te has sentido así, para ti es la letra de esta hermosa canción: «Hay dos huellas en la arena / dibujadas a tu lado, / y al caminar por la arena, / cuatro huellas van quedando. / Pero, al llegar la tristeza / y el dolor tan solo quedan / dos huellas que son de Cristo, / que en sus brazos hoy te lleva. / Si te sientes sola y triste / por momentos en la vida, / piensa en Dios que está a tu lado / y de ti nunca se olvida. / Mas si dudas un instante / de su protección divina, / mira sus huellas benditas / dibujadas en la arena.
El texto de hoy señala que aunque las huellas de Dios no fueron halladas, el pueblo de Israel en todo momento sintió su presencia con ellos. No olvides que si caminas al lado de Jesús, no fracasaras, porque su camino puede ser escabroso, pero siempre es seguro. Dile hoy en oración: «Tómame, haz firmes mis pisadas y pon confianza en mí corazón.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Siempre me ha gustado caminar por la orilla de la playa y ver como mis huellas, aunque fugaces, son testigos de mi estancia en ese lugar. El versículo de hoy habla de unas pisadas, testigos mudos de la travesía milagrosa del pueblo de Israel por el Mar Rojo. Este incidente me hace pensar en cuantas veces he tenido que atravesar mi propio Mar Rojo. ¿Te has encontrado tú también frente a tu Mar Rojo particular?
Creo que todas en alguna ocasión hemos tenido que dejar nuestras huellas en algún mar. Quizás ha sido el mar de la escasez económica, de la enfermedad, de la separación, de la traición... Sin embargo, es precisamente ahí donde resulta más importante buscar las huellas de Dios.
Pero algo aparentemente contradictorio sucede en esos mementos difíciles. Al parecer cuando miramos la arena de los momentos duros de la vida, solo vemos un par de huellas y, afligidas, lloramos y nos atormentamos pensando que estamos solas, que Dios se ha olvidado de nosotras y que no tenemos fuerzas para continuar. Si te has sentido así, para ti es la letra de esta hermosa canción: «Hay dos huellas en la arena / dibujadas a tu lado, / y al caminar por la arena, / cuatro huellas van quedando. / Pero, al llegar la tristeza / y el dolor tan solo quedan / dos huellas que son de Cristo, / que en sus brazos hoy te lleva. / Si te sientes sola y triste / por momentos en la vida, / piensa en Dios que está a tu lado / y de ti nunca se olvida. / Mas si dudas un instante / de su protección divina, / mira sus huellas benditas / dibujadas en la arena.
El texto de hoy señala que aunque las huellas de Dios no fueron halladas, el pueblo de Israel en todo momento sintió su presencia con ellos. No olvides que si caminas al lado de Jesús, no fracasaras, porque su camino puede ser escabroso, pero siempre es seguro. Dile hoy en oración: «Tómame, haz firmes mis pisadas y pon confianza en mí corazón.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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