Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas. Hechos 2:44.
En mi tercer año de Teología tuve la oportunidad de participar en una campaña evangelizadora. La misma se llevó a cabo en un pequeño pueblo de unos cinco mil habitantes, y junto a dos compañeros de estudio colaboramos dando estudios bíblicos a las personas interesadas. Al final de los tres meses de campana, veinticuatro personas se entregaron al Señor a través del bautismo y llegaron a ser parte de la Iglesia Adventista.
Para el día siguiente, el pastor distrital había organizado un picnic con la iglesia. De niño mis padres me habían llevado a algunos picnics con los hermanos de iglesia, pero este era distinto, porque estaban los "antiguos" miembros de iglesia y también los que se habían agregado recientemente.
Al llegar al predio vimos que habían algunas canchas de futbol, un rio con aguas frescas, cancha de voleibol, una hermosa arboleda, y mucho terreno para disfrutar de un día al aire libre. Poco a poco se formaron grupos familiares y de amigos que participaban de juegos, mientras otros nadaban y jugaban en el rio. La hora de almorzar fue una verdadera fiesta: la variedad de alimentos, al ánimo reinante en todas las mesas y la disposición de compartir entre todos, hizo de ese momento un día inolvidable.
Sin exagerar, podría afirmar que esa fue una verdadera recreación. Realmente recibimos fuerzas para continuar con nuestras labores al participar de un momento de camaradería entre hermanos de la misma fe. Los nuevos miembros de iglesia, que habían comprendido que hay diversiones que los cristianos no debemos participar, aprendieron que hay otras que podemos disfrutar y que las mismas cuentan con la bendición del cielo.
Los primeros cristianos disfrutaron de esos momentos de compañerismo con el Creador y sus hermanos en la fe, y "partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón" (Hech. 2:46). Aunque para muchos mundanos e incrédulos esta hubiera sido una reunión desabrida o aburrida, la seguridad de saberse perdonados y salvos, brindaba una alegría que ninguna fiesta mundana podría brindar.
¡Que privilegio será participar de ese gran picnic que se hará en el cielo, después de que Jesús venga a buscar a su pueblo! También habrá una abundancia de alimentos, millones y millones de hermanos en la fe, una naturaleza sin mancha de pecado y lo novedoso: la presencia visible del Salvador. Si no lo has hecho, participa con tu iglesia local de un picnic en la naturaleza, y podrás anticiparte a los regalos que Jesús nos dará después que regrese.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
En mi tercer año de Teología tuve la oportunidad de participar en una campaña evangelizadora. La misma se llevó a cabo en un pequeño pueblo de unos cinco mil habitantes, y junto a dos compañeros de estudio colaboramos dando estudios bíblicos a las personas interesadas. Al final de los tres meses de campana, veinticuatro personas se entregaron al Señor a través del bautismo y llegaron a ser parte de la Iglesia Adventista.
Para el día siguiente, el pastor distrital había organizado un picnic con la iglesia. De niño mis padres me habían llevado a algunos picnics con los hermanos de iglesia, pero este era distinto, porque estaban los "antiguos" miembros de iglesia y también los que se habían agregado recientemente.
Al llegar al predio vimos que habían algunas canchas de futbol, un rio con aguas frescas, cancha de voleibol, una hermosa arboleda, y mucho terreno para disfrutar de un día al aire libre. Poco a poco se formaron grupos familiares y de amigos que participaban de juegos, mientras otros nadaban y jugaban en el rio. La hora de almorzar fue una verdadera fiesta: la variedad de alimentos, al ánimo reinante en todas las mesas y la disposición de compartir entre todos, hizo de ese momento un día inolvidable.
Sin exagerar, podría afirmar que esa fue una verdadera recreación. Realmente recibimos fuerzas para continuar con nuestras labores al participar de un momento de camaradería entre hermanos de la misma fe. Los nuevos miembros de iglesia, que habían comprendido que hay diversiones que los cristianos no debemos participar, aprendieron que hay otras que podemos disfrutar y que las mismas cuentan con la bendición del cielo.
Los primeros cristianos disfrutaron de esos momentos de compañerismo con el Creador y sus hermanos en la fe, y "partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón" (Hech. 2:46). Aunque para muchos mundanos e incrédulos esta hubiera sido una reunión desabrida o aburrida, la seguridad de saberse perdonados y salvos, brindaba una alegría que ninguna fiesta mundana podría brindar.
¡Que privilegio será participar de ese gran picnic que se hará en el cielo, después de que Jesús venga a buscar a su pueblo! También habrá una abundancia de alimentos, millones y millones de hermanos en la fe, una naturaleza sin mancha de pecado y lo novedoso: la presencia visible del Salvador. Si no lo has hecho, participa con tu iglesia local de un picnic en la naturaleza, y podrás anticiparte a los regalos que Jesús nos dará después que regrese.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
No hay comentarios:
Publicar un comentario