Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Mateo 25:10.
Cierta vez me invitaron junto con mi esposa a presentar un tema en la Sociedad de Jóvenes en una iglesia alejada del distrito pastoral donde trabajaba. Hicimos los preparativos y, ya cerca de la fecha, llamé por teléfono al anciano de la iglesia que me había invitado para saber algunos detalles acerca de la reunión. En el diálogo, me dio la dirección del templo y el horario de comienzo, pero aclaró:
—Está anunciado en el boletín de iglesia a las 5:30 p.m., pero es horario adventista.
—¿Qué quiere decir con "horario adventista"? —pregunté.
—Que comenzaríamos quince o veinte minutos tarde, porque la gente va llegando a esa hora.
Un principio que muestra la diferencia entre la mediocridad y la virtud, es la puntualidad. Saber respetar los horarios establecidos, tomar todas las precauciones por imprevistos y salir con tiempo para llegar a tiempo, debiera ser lo cotidiano y lo normal en los templos cristianos.
La parábola de las diez vírgenes muestra con terrible crudeza el desatino que significa ser impuntual delante del Señor. Las vírgenes insensatas eran adventistas (esperaban la llegada del Esposo), habían salido de la ciudad para esperarlo (abandonaron el mundo y sus pecados), y cada una de ellas tenía sus lámparas encendidas. Como el esposo no llegó en el tiempo esperado, todas se quedaron dormidas, hasta que a medianoche se escuchó el grito: "¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!" (Mat. 25:6). Al ver que no tenían aceite, rápidamente se dirigieron a comprar para que sus lámparas estuvieran encendidas, "pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta".
La parábola dice que ellas llegaron a la fiesta, pero era tarde; y el esposo no las reconoció.
La puntualidad es una virtud cristiana, porque respetar la hora del comienzo de las clases, del trabajo y de la iglesia, significa respetar a los demás. El mundo, con su ostentación y sus pecados, muchas veces manifiesta más respeto por el cumplimiento de los horarios que algunas congregaciones que se dicen seguidoras del Señor de los cielos. No debiera ser así.
Si en verdad estás esperando la llegada de Jesús al mundo, procura ser siempre puntual, sobre todo cuando asistas a la casa de Dios.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
Cierta vez me invitaron junto con mi esposa a presentar un tema en la Sociedad de Jóvenes en una iglesia alejada del distrito pastoral donde trabajaba. Hicimos los preparativos y, ya cerca de la fecha, llamé por teléfono al anciano de la iglesia que me había invitado para saber algunos detalles acerca de la reunión. En el diálogo, me dio la dirección del templo y el horario de comienzo, pero aclaró:
—Está anunciado en el boletín de iglesia a las 5:30 p.m., pero es horario adventista.
—¿Qué quiere decir con "horario adventista"? —pregunté.
—Que comenzaríamos quince o veinte minutos tarde, porque la gente va llegando a esa hora.
Un principio que muestra la diferencia entre la mediocridad y la virtud, es la puntualidad. Saber respetar los horarios establecidos, tomar todas las precauciones por imprevistos y salir con tiempo para llegar a tiempo, debiera ser lo cotidiano y lo normal en los templos cristianos.
La parábola de las diez vírgenes muestra con terrible crudeza el desatino que significa ser impuntual delante del Señor. Las vírgenes insensatas eran adventistas (esperaban la llegada del Esposo), habían salido de la ciudad para esperarlo (abandonaron el mundo y sus pecados), y cada una de ellas tenía sus lámparas encendidas. Como el esposo no llegó en el tiempo esperado, todas se quedaron dormidas, hasta que a medianoche se escuchó el grito: "¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!" (Mat. 25:6). Al ver que no tenían aceite, rápidamente se dirigieron a comprar para que sus lámparas estuvieran encendidas, "pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta".
La parábola dice que ellas llegaron a la fiesta, pero era tarde; y el esposo no las reconoció.
La puntualidad es una virtud cristiana, porque respetar la hora del comienzo de las clases, del trabajo y de la iglesia, significa respetar a los demás. El mundo, con su ostentación y sus pecados, muchas veces manifiesta más respeto por el cumplimiento de los horarios que algunas congregaciones que se dicen seguidoras del Señor de los cielos. No debiera ser así.
Si en verdad estás esperando la llegada de Jesús al mundo, procura ser siempre puntual, sobre todo cuando asistas a la casa de Dios.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
No hay comentarios:
Publicar un comentario