Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Génesis 2:15.
Actualmente vivimos en un mundo que favorece cada vez más el sedentarismo.
Dentro del hogar tienes una serie de elementos que "ahorran" trabajo y favorecen la vida sedentaria. Piensa en el lavado de la ropa: hace décadas, la mujer debía llenar una palangana con agua, sumergir la ropa en ella, esparcir con sus manos el jabón y luego fregarla con un cepillo o con sus propias manos a fin de sacar la suciedad. Hoy, una máquina hace absolutamente todo; y otra hará que la ropa salga seca y apta para ser planchada.
Industrialmente, robots, computadoras y máquinas que operan a través de programas prefijados han reemplazado la mano de obra humana que por años fue indispensable para pintar un automóvil o para tapar botellas de gaseosas.
Los automóviles han hecho que caminemos menos. Hoy las piernas son reemplazadas por un asiento que le permite al conductor acomodarse cómodamente mientras se recorren cientos de kilómetros a gran velocidad.
Internet, esa gran red que contiene de todo, brinda la oportunidad, en sus variadas formas, de trabajar desde el hogar, logrando así que con actividad física nula, uno pueda estar en contacto con el "mundo exterior".
Pero, aunque todo esto es verdad y tangible en nuestro tiempo, es bien sabido que el músculo que permanece inactivo se atrofia. Por esta causa, municipios y entidades civiles han favorecido la construcción de pistas de atletismo, donde sin ningún costo es posible caminar, trotar, hacer flexiones de brazos, piernas y torso. Cuando Dios creó al género humano, lo diseñó para estar en permanente actividad. Nunca fue el plan divino que sus hijos fueran sedentarios, ya que el trabajo dado al hombre en el Edén incluía una variada forma de ejercicios físicos. Está comprobado científicamente que cuando hacemos ejercicios regulares, se benefician el aparato respiratorio y el corazón, es menor la posibilidad de enfermarse, aumenta el bienestar psicológico y mejora notablemente la capacidad de pensar.
Reflexiona sobre tu manera de vivir hasta el presente, y si no estás realizando algún deporte o actividad manual, dedica cuarenta minutos diarios en algún tipo de ejercicio físico. Te lo recomienda tu Creador.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
Actualmente vivimos en un mundo que favorece cada vez más el sedentarismo.
Dentro del hogar tienes una serie de elementos que "ahorran" trabajo y favorecen la vida sedentaria. Piensa en el lavado de la ropa: hace décadas, la mujer debía llenar una palangana con agua, sumergir la ropa en ella, esparcir con sus manos el jabón y luego fregarla con un cepillo o con sus propias manos a fin de sacar la suciedad. Hoy, una máquina hace absolutamente todo; y otra hará que la ropa salga seca y apta para ser planchada.
Industrialmente, robots, computadoras y máquinas que operan a través de programas prefijados han reemplazado la mano de obra humana que por años fue indispensable para pintar un automóvil o para tapar botellas de gaseosas.
Los automóviles han hecho que caminemos menos. Hoy las piernas son reemplazadas por un asiento que le permite al conductor acomodarse cómodamente mientras se recorren cientos de kilómetros a gran velocidad.
Internet, esa gran red que contiene de todo, brinda la oportunidad, en sus variadas formas, de trabajar desde el hogar, logrando así que con actividad física nula, uno pueda estar en contacto con el "mundo exterior".
Pero, aunque todo esto es verdad y tangible en nuestro tiempo, es bien sabido que el músculo que permanece inactivo se atrofia. Por esta causa, municipios y entidades civiles han favorecido la construcción de pistas de atletismo, donde sin ningún costo es posible caminar, trotar, hacer flexiones de brazos, piernas y torso. Cuando Dios creó al género humano, lo diseñó para estar en permanente actividad. Nunca fue el plan divino que sus hijos fueran sedentarios, ya que el trabajo dado al hombre en el Edén incluía una variada forma de ejercicios físicos. Está comprobado científicamente que cuando hacemos ejercicios regulares, se benefician el aparato respiratorio y el corazón, es menor la posibilidad de enfermarse, aumenta el bienestar psicológico y mejora notablemente la capacidad de pensar.
Reflexiona sobre tu manera de vivir hasta el presente, y si no estás realizando algún deporte o actividad manual, dedica cuarenta minutos diarios en algún tipo de ejercicio físico. Te lo recomienda tu Creador.
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