Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Mateo 25:40.
Ambrosio había sido designado como obispo de Milán, y aunque al principio se había negado, una vez que asumió su cargo, trabajó por la iglesia con devoción y entrega. Pasado algún tiempo, un fuerte ejército godo atravesó las fronteras del Danubio con el permiso imperial, pero en el transcurso de su viaje se revelaron y cometieron grandes atropellos al este de Milán.
"Como resultado de estos hechos, fueron muchos los refugiados que llegaron a la ciudad, y muchos otros cautivos permanecieron presos en espera de rescate. Ante esta situación, Ambrosio hizo fundir y vender parte de los tesoros de la iglesia, para ayudar a los refugiados y pagar el rescate de los cautivos". Este hecho no pasó desapercibido, y mientras muchos reconocieron el valor del obispo, otros lo acusaron de haber cometido sacrilegio. Ante este reproche, Ambrosio respondió: "Es mucho mejor para el Señor guardar almas que oro. Porque quien envió a los apóstoles sin oro, sin oro juntó también las iglesias. La iglesia tiene oro, no para almacenarlo, sino para entregarlo, para gastarlo en favor de quienes tienen necesidades" (La. historia del cristianismo, t. 1, p. 204).
En la actualidad existen entidades civiles y gubernamentales que trabajan solidariamente por el bien de los necesitados, pero aun así existen miles de hombres, mujeres y niños que no tiene ningún amparo social ni económico. Dependen de la solidaridad ajena, y cada cristiano está llamado a practicar este don con los hermanos "más pequeños" de Jesús.
Es notable cómo un vaso de agua no pasa desapercibido ante la vista divina, pues Jesús les dijo a sus discípulos: "Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa" (Mar. 9:41). Con estas palabras, el Mesías inculcó que no hacen falta grandes fortunas para ser solidario con el prójimo.
¡Qué espectáculo tremendo será estar ante el Rey del universo! Y qué alegría será recibir la recompensa divina y escuchar de sus labios: "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis". Tú puedes formar parte de ese grupo, si entregas tu vida a Cristo para ser un cristiano solidario.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
Ambrosio había sido designado como obispo de Milán, y aunque al principio se había negado, una vez que asumió su cargo, trabajó por la iglesia con devoción y entrega. Pasado algún tiempo, un fuerte ejército godo atravesó las fronteras del Danubio con el permiso imperial, pero en el transcurso de su viaje se revelaron y cometieron grandes atropellos al este de Milán.
"Como resultado de estos hechos, fueron muchos los refugiados que llegaron a la ciudad, y muchos otros cautivos permanecieron presos en espera de rescate. Ante esta situación, Ambrosio hizo fundir y vender parte de los tesoros de la iglesia, para ayudar a los refugiados y pagar el rescate de los cautivos". Este hecho no pasó desapercibido, y mientras muchos reconocieron el valor del obispo, otros lo acusaron de haber cometido sacrilegio. Ante este reproche, Ambrosio respondió: "Es mucho mejor para el Señor guardar almas que oro. Porque quien envió a los apóstoles sin oro, sin oro juntó también las iglesias. La iglesia tiene oro, no para almacenarlo, sino para entregarlo, para gastarlo en favor de quienes tienen necesidades" (La. historia del cristianismo, t. 1, p. 204).
En la actualidad existen entidades civiles y gubernamentales que trabajan solidariamente por el bien de los necesitados, pero aun así existen miles de hombres, mujeres y niños que no tiene ningún amparo social ni económico. Dependen de la solidaridad ajena, y cada cristiano está llamado a practicar este don con los hermanos "más pequeños" de Jesús.
Es notable cómo un vaso de agua no pasa desapercibido ante la vista divina, pues Jesús les dijo a sus discípulos: "Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa" (Mar. 9:41). Con estas palabras, el Mesías inculcó que no hacen falta grandes fortunas para ser solidario con el prójimo.
¡Qué espectáculo tremendo será estar ante el Rey del universo! Y qué alegría será recibir la recompensa divina y escuchar de sus labios: "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis". Tú puedes formar parte de ese grupo, si entregas tu vida a Cristo para ser un cristiano solidario.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
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