Dondequiera que se predique este evangelio, también en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella. (Mateo 26:13).
Comúnmente en la Palestina de los tiempos de Jesús los perfumes se hacían con aceite de oliva y con especias u otras sustancias aromáticas, pero el perfume que derramó María a los pies de su Maestro era «de nardo puro, de mucho precio» (Juan 12:3) extraído quizá de las fragantes raíces de la Nardostachys, jatamansi, planta que crece a grandes alturas en las montañas del Himalaya. En tiempos antiguos se empleaba mucho esta planta para preparar perfumes y remedios naturales. Si el perfume de María provenía de las montañas del norte de la India, no es de extrañar que tuviera el prohibitivo precio de unos 300 denarios romanos, equivalente en aquella época al jornal de trescientos días de un trabajador medio. Un regalo tan valioso, digno de los reyes de la tierra, representaba un gran sacrificio personal de parte de María.
Los invitados a un banquete en tiempos de Jesús solían quitarse las sandalias antes de comer y se recostaban sobre el costado izquierdo en perpendicular a la mesa, por lo que resultaba relativamente fácil ungir los pies de alguien sin ser visto hasta que el aroma perfumara la habitación. La vida de María había experimentado un cambio radical. Su pasado tormentoso de pecado y remordimientos había sido limpiado por el perdón divino. Su vida había sido restaurada. Habiendo sido una vez esclava del enemigo, María sabía ahora lo que significaba la libertad en Cristo, por eso no escatimó sacrificio alguno para darle a su Maestro, Sanador y Restaurador, lo mejor que podía darle. Aquel perfume derramado representaba su vida, vaciada como ofrenda de humildad ante el altar divino.
Hoy, al igual que ayer, hemos de imitar el asombroso ejemplo de María que ha quedado registrado en las Escrituras para nuestra enseñanza. Nuestra anterior vida de pecado es ahora un vaso nuevo, al cual Dios, en su misericordia, hace relucir de nuevo. ¿Te sientes agradecida por esto? Entonces, ofrece tu vida como sacrificio vivo a los pies de la cruz.
Hay un lugar para que derrames tu esencia: a los pies de Jesús.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Comúnmente en la Palestina de los tiempos de Jesús los perfumes se hacían con aceite de oliva y con especias u otras sustancias aromáticas, pero el perfume que derramó María a los pies de su Maestro era «de nardo puro, de mucho precio» (Juan 12:3) extraído quizá de las fragantes raíces de la Nardostachys, jatamansi, planta que crece a grandes alturas en las montañas del Himalaya. En tiempos antiguos se empleaba mucho esta planta para preparar perfumes y remedios naturales. Si el perfume de María provenía de las montañas del norte de la India, no es de extrañar que tuviera el prohibitivo precio de unos 300 denarios romanos, equivalente en aquella época al jornal de trescientos días de un trabajador medio. Un regalo tan valioso, digno de los reyes de la tierra, representaba un gran sacrificio personal de parte de María.
Los invitados a un banquete en tiempos de Jesús solían quitarse las sandalias antes de comer y se recostaban sobre el costado izquierdo en perpendicular a la mesa, por lo que resultaba relativamente fácil ungir los pies de alguien sin ser visto hasta que el aroma perfumara la habitación. La vida de María había experimentado un cambio radical. Su pasado tormentoso de pecado y remordimientos había sido limpiado por el perdón divino. Su vida había sido restaurada. Habiendo sido una vez esclava del enemigo, María sabía ahora lo que significaba la libertad en Cristo, por eso no escatimó sacrificio alguno para darle a su Maestro, Sanador y Restaurador, lo mejor que podía darle. Aquel perfume derramado representaba su vida, vaciada como ofrenda de humildad ante el altar divino.
Hoy, al igual que ayer, hemos de imitar el asombroso ejemplo de María que ha quedado registrado en las Escrituras para nuestra enseñanza. Nuestra anterior vida de pecado es ahora un vaso nuevo, al cual Dios, en su misericordia, hace relucir de nuevo. ¿Te sientes agradecida por esto? Entonces, ofrece tu vida como sacrificio vivo a los pies de la cruz.
Hay un lugar para que derrames tu esencia: a los pies de Jesús.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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