sábado, 6 de agosto de 2011

DISTINTAS CARAS PARA EL MISMO MAL

Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Filipenses 4:12.

La codicia que manifestó Acán al apropiarse del botín que le pertenecía a Dios es solo una cara de todas las que presenta este terrible pecado. Actualmente, la pérdida de valores y de identidad de las personas hace que cada ser humano "tenga un precio". Todavía recuerdo una película en la que los actores principales ilustraban este aspecto. Uno de ellos, queriendo demostrarle a su compañero que toda persona puede ser comprada, comenzó a poner servilletas de papel que simbolizaban billetes sobre la mesa. El otro, mostrándose firme en su decisión al principio, titubeó, pero le dio la razón cuando vio la mesa llena de servilletas. Si esas servilletas hubieran sido realmente billetes, él se habría vendido.
Balaam fue un ejemplo viviente de los que se venden para hacer lo malo. Como profeta de Dios, sabía que Israel era un pueblo bendito, pero a su vez deseaba los honores y el dinero que el rey Balac le aseguraba si maldecía a los hebreos. Por eso no le importó maldecirlos. Al ir en contra de la voluntad divina, se prestó al servicio del rey moabita, pero Dios reemplazó el daño y puso una bendición en su boca.
Y tú, ¿estarías dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de recibir dinero? ¿Podrías llegar a transgredir la ley divina con el propósito de obtener riquezas? ¿Tienes un precio?
Con cuánta razón Elena G. de White escribió: "La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos" (La educación, p. 57).
En este día, el Dios de amor te invita a formar parte de este grupo de personas. Si aceptas el llamado divino, vivirás por el Señor sin importar las circunstancias, ya que aprenderás a "vivir humildemente, como a tener abundancia.. ,a estar saciado como a tener hambre". Aceptar su llamado significa no venderte, porque la honradez y la dedicación mostrarán la senda del deber como "la brújula al polo". Vivirás como Jesús vivió, y obtendrás el tesoro más valioso que puede poseer un mortal: la seguridad de la vida eterna.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

No hay comentarios:

Publicar un comentario