Tus caricias te satisfagan en todo tiempo y recréate siempre en su amor. (Proverbios 5; 19).
Aunque este texto es un consejo que Salomón dio a su hijo, haríamos bien en escuchar la voz de Dios apelando a nuestro corazón. Traigamos este mensaje a nuestra vida, considerando que nosotros somos la novia de Cristo, a quien se amonesta a no perder nunca el primer amor.
Cuando aceptamos a Jesús encontramos que amarlo es sumamente fácil porque, como bien dice la Escritura: «Él nos amó primero» (1 Juan 4: 19). Pero a medida que pasa el tiempo y comenzamos a enfrentar los desafíos de la vida cristiana, empezamos a sentir el peso del yugo que el cristianismo pone sobre nuestros hombros y nuestra vista se desvía para contemplar las piedras del camino en lugar de divisar con fe la gloria de las mansiones celestiales. Entonces comenzamos a tambalear y a hallar defectos en aquello que antes nos parecía perfecto. Miramos a nuestro alrededor y no vemos placer alguno en llevar una vida cristiana.
¿Qué sucede entonces? Es necesario que escuchemos de nuevo estas palabras: «Llevad mi yugo sobre vosotros... Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga» (Mat. 11: 29, 30). Necesitamos recreamos en la salvación efectuada en el Calvario. No tenemos por qué buscar agua en cisternas rotas. Jesús mismo nos dice: «Si alguien tiene sed, venga a mí y beba» (Juan 7: 37).
Todavía podemos escuchar el lamento de Dios expresado a través del profeta Jeremías: «Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen el agua» (Jer. 2: 13).
Recréate en el amor divino. Que las cicatrices del Calvario se conviertan en las caricias del Padre, del Hijo y de! Espíritu Santo, quienes se preocupan por tu salvación con gemidos indecibles (ver Rom. 8: 26). No abandones nunca ese amor. Que no lo ahoguen el tiempo ni los afanes de la vida moderna. Ama a Jesús con el mismo amor con que él te ama. Deléitate en él siempre.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Aunque este texto es un consejo que Salomón dio a su hijo, haríamos bien en escuchar la voz de Dios apelando a nuestro corazón. Traigamos este mensaje a nuestra vida, considerando que nosotros somos la novia de Cristo, a quien se amonesta a no perder nunca el primer amor.
Cuando aceptamos a Jesús encontramos que amarlo es sumamente fácil porque, como bien dice la Escritura: «Él nos amó primero» (1 Juan 4: 19). Pero a medida que pasa el tiempo y comenzamos a enfrentar los desafíos de la vida cristiana, empezamos a sentir el peso del yugo que el cristianismo pone sobre nuestros hombros y nuestra vista se desvía para contemplar las piedras del camino en lugar de divisar con fe la gloria de las mansiones celestiales. Entonces comenzamos a tambalear y a hallar defectos en aquello que antes nos parecía perfecto. Miramos a nuestro alrededor y no vemos placer alguno en llevar una vida cristiana.
¿Qué sucede entonces? Es necesario que escuchemos de nuevo estas palabras: «Llevad mi yugo sobre vosotros... Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga» (Mat. 11: 29, 30). Necesitamos recreamos en la salvación efectuada en el Calvario. No tenemos por qué buscar agua en cisternas rotas. Jesús mismo nos dice: «Si alguien tiene sed, venga a mí y beba» (Juan 7: 37).
Todavía podemos escuchar el lamento de Dios expresado a través del profeta Jeremías: «Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen el agua» (Jer. 2: 13).
Recréate en el amor divino. Que las cicatrices del Calvario se conviertan en las caricias del Padre, del Hijo y de! Espíritu Santo, quienes se preocupan por tu salvación con gemidos indecibles (ver Rom. 8: 26). No abandones nunca ese amor. Que no lo ahoguen el tiempo ni los afanes de la vida moderna. Ama a Jesús con el mismo amor con que él te ama. Deléitate en él siempre.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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