Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma (3 Juan 1:2)
La prosperidad es algo que todos deseamos y buscamos. ¿A quién no le gusta vivir holgadamente sin tener que enfrentar la escasez de recursos económicos, el hambre o la enfermedad? Muy a pesar de este anhelo, los hospitales, orfanatos, centros de atención pública y otras instituciones están abarrotados de personas que no han podido hacer realidad su tan anhelado sueño.
El apóstol Pablo profiere una bendición sobre su discípulo, a la vez que intenta hacerle entender que su prosperidad en todos los ámbitos de la vida está sujeta a su decisión de buscar la prosperidad del alma, Y es que, ciertamente, cuando prosperamos espiritualmente, las demás cosas vienen por añadidura. Ese es el verdadero secreto de la prosperidad.
Muchas personas buscan el bienestar en el mundo de los negocios, o en la amplia rama del conocimiento. Otros procuran conservar su salud o acuden habitualmente a centros de belleza. Iodos esos caminos parecen llevar a una encrucijada, pues la voluntad humana se ve limitada ante la ruleta de la vida. Eminentes científicos, doctores e investigadores enfrentan la enfermedad e incluso la muerte sintiéndose totalmente indefensos. El diestro en los negocios sucumbe ante un cambio brusco de las tendencias económicas. La belleza va desapareciendo con el paso de los años. Finalmente nos encontraremos todos en un mismo punto, en el que solo quedará aguardar la partida hacia el cielo, o el fin definitivo.
Un joven estudiante se acercó un día a su profesor para compartir sus aspiraciones y sueños académicos. El sabio maestro lo escuchó, y lo felicitó al final por tan nobles aspiraciones, pero agregó: «Hijo, después de que logres lodo eso, ¿qué harás?». El muchacho no pudo contestar. Nunca había pensado en un futuro tan lejano y a la vez tan cercano. Ese día había aprendido una lección fundamental.
Tu prosperidad material, intelectual, emocional, afectiva y física depende de cuan vehementemente busques la prosperidad espiritual. Ese es el punto de partida. Buscar dicha y prosperidad con humildad le proporcionará una recreación saludable y duradera, la cual hará tu vida en esta tierra mejor y de mayor calidad.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
La prosperidad es algo que todos deseamos y buscamos. ¿A quién no le gusta vivir holgadamente sin tener que enfrentar la escasez de recursos económicos, el hambre o la enfermedad? Muy a pesar de este anhelo, los hospitales, orfanatos, centros de atención pública y otras instituciones están abarrotados de personas que no han podido hacer realidad su tan anhelado sueño.
El apóstol Pablo profiere una bendición sobre su discípulo, a la vez que intenta hacerle entender que su prosperidad en todos los ámbitos de la vida está sujeta a su decisión de buscar la prosperidad del alma, Y es que, ciertamente, cuando prosperamos espiritualmente, las demás cosas vienen por añadidura. Ese es el verdadero secreto de la prosperidad.
Muchas personas buscan el bienestar en el mundo de los negocios, o en la amplia rama del conocimiento. Otros procuran conservar su salud o acuden habitualmente a centros de belleza. Iodos esos caminos parecen llevar a una encrucijada, pues la voluntad humana se ve limitada ante la ruleta de la vida. Eminentes científicos, doctores e investigadores enfrentan la enfermedad e incluso la muerte sintiéndose totalmente indefensos. El diestro en los negocios sucumbe ante un cambio brusco de las tendencias económicas. La belleza va desapareciendo con el paso de los años. Finalmente nos encontraremos todos en un mismo punto, en el que solo quedará aguardar la partida hacia el cielo, o el fin definitivo.
Un joven estudiante se acercó un día a su profesor para compartir sus aspiraciones y sueños académicos. El sabio maestro lo escuchó, y lo felicitó al final por tan nobles aspiraciones, pero agregó: «Hijo, después de que logres lodo eso, ¿qué harás?». El muchacho no pudo contestar. Nunca había pensado en un futuro tan lejano y a la vez tan cercano. Ese día había aprendido una lección fundamental.
Tu prosperidad material, intelectual, emocional, afectiva y física depende de cuan vehementemente busques la prosperidad espiritual. Ese es el punto de partida. Buscar dicha y prosperidad con humildad le proporcionará una recreación saludable y duradera, la cual hará tu vida en esta tierra mejor y de mayor calidad.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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