Pero Jehová se había enojado contra mí a causa de vosotros, por lo cual no me escuchó; y me dijo Jehová: Basta, no me hables más de este asunto. Deuteronomio 3:26.
La oración es usada muchas veces para pedirle a Dios la solución de nuestros problemas personales. Como reconocemos que tenemos un Dios omnipotente, que no hay nada que él no pueda resolver, en cada oración elevamos los pedidos más secretos e íntimos que nuestro corazón puede expresar. Recordamos la promesa bíblica que dice: "pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá" (Mat. 7:7), con temor reverente le contamos a Dios lo que esperamos de él, y desde ese momento esperamos una respuesta.
Pero cuando oramos, debemos ser conscientes de que la Biblia nos manifiesta tres respuestas posibles nuestros pedidos.
En el día de hoy veremos la primera, ilustrándola con el incidente que vivió Moisés. Este hombre tenía una santidad y un amor por Dios poco comunes en el mundo. Los años que había pasado en el desierto a solas con su Padre, lo habían acercado tanto a la atmósfera celestial que Dios se complacía en conversar con Moisés. ¿Y cómo conversaban? "Hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero" (Éxo. 33:11); es decir, que cuando Moisés le hacía una pregunta, Dios se la respondía en el momento y así continuaba el diálogo. ¡Qué privilegio! Moisés podía conversar con Dios así como tú y yo podemos conversar con nuestro mejor amigo. ¡Cuántos diálogos habrá tenido el dirigente de Israel y el Eterno a lo largo de la vida!
Pero a pesar de la confianza que existía al conversar "cara a cara", Moisés tuvo que escuchar una respuesta de los labios divinos que no deseaba. El relato se inicia cuando a Israel le faltó agua en el desierto de Zin y protestaron contra Moisés por la sed que tenían. El líder israelita recibió la orden divina: "Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua". Moisés, sumamente enojado con el pueblo, no obedeció al mandato divino y "alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces" (Núm. 20:8, 11; la cursiva es añadida).
Por esa desobediencia, Moisés y Aarón fueron privados de introducir al pueblo israelita en las tierras cananeas. Cuando Moisés le rogó a Dios que le permitiera entrar a Canaán, escuchó la respuesta: "Basta, no me hables más de este asunto". En otras palabras, la respuesta divina al pedido de Moisés fue: "No".
Cuando tú pidas algo en oración, recuerda que una de las respuestas posibles es "no", porque todo padre que ama, a veces dice "no" al pedido de su hijo, por el bien de este, aunque su hijo no lo comprenda.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
La oración es usada muchas veces para pedirle a Dios la solución de nuestros problemas personales. Como reconocemos que tenemos un Dios omnipotente, que no hay nada que él no pueda resolver, en cada oración elevamos los pedidos más secretos e íntimos que nuestro corazón puede expresar. Recordamos la promesa bíblica que dice: "pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá" (Mat. 7:7), con temor reverente le contamos a Dios lo que esperamos de él, y desde ese momento esperamos una respuesta.
Pero cuando oramos, debemos ser conscientes de que la Biblia nos manifiesta tres respuestas posibles nuestros pedidos.
En el día de hoy veremos la primera, ilustrándola con el incidente que vivió Moisés. Este hombre tenía una santidad y un amor por Dios poco comunes en el mundo. Los años que había pasado en el desierto a solas con su Padre, lo habían acercado tanto a la atmósfera celestial que Dios se complacía en conversar con Moisés. ¿Y cómo conversaban? "Hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero" (Éxo. 33:11); es decir, que cuando Moisés le hacía una pregunta, Dios se la respondía en el momento y así continuaba el diálogo. ¡Qué privilegio! Moisés podía conversar con Dios así como tú y yo podemos conversar con nuestro mejor amigo. ¡Cuántos diálogos habrá tenido el dirigente de Israel y el Eterno a lo largo de la vida!
Pero a pesar de la confianza que existía al conversar "cara a cara", Moisés tuvo que escuchar una respuesta de los labios divinos que no deseaba. El relato se inicia cuando a Israel le faltó agua en el desierto de Zin y protestaron contra Moisés por la sed que tenían. El líder israelita recibió la orden divina: "Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua". Moisés, sumamente enojado con el pueblo, no obedeció al mandato divino y "alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces" (Núm. 20:8, 11; la cursiva es añadida).
Por esa desobediencia, Moisés y Aarón fueron privados de introducir al pueblo israelita en las tierras cananeas. Cuando Moisés le rogó a Dios que le permitiera entrar a Canaán, escuchó la respuesta: "Basta, no me hables más de este asunto". En otras palabras, la respuesta divina al pedido de Moisés fue: "No".
Cuando tú pidas algo en oración, recuerda que una de las respuestas posibles es "no", porque todo padre que ama, a veces dice "no" al pedido de su hijo, por el bien de este, aunque su hijo no lo comprenda.
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