jueves, 22 de septiembre de 2011

UN DECRETO CAMBIADO - 3ª PARTE

Acercándose al foso, llamó a gritos a Daniel con vos triste, y le dijo: Daniel, siervo de de Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tu continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones. (Daniel 6: 20).

Se cuenta que en la Segunda Guerra Mundial un cristiano fiel fue sentenciado a muerte. Mientras esperaba la ejecución en una oscura celda, sus rodillas permanecían dobladas y su corazón en perfecta comunión con el cielo. Sabía que enfrentaría la muerte, pero también confiaba en que sus pecados habían sido perdonados. No sentía temor, por lo que ni la potente voz de aquel soldado ni el chirriar de las rejas pudo alterar su paz. Todavía de rodillas volvió a escuchar la orden de incorporarse. El soldado se mofó de su te diciendo que ningún Dios podría librarlo de la muerte, y lo condujo hasta el lugar de la ejecución.
¿Qué paz puede haber en un momento corno ese? La paz de Cristo es la única que puede mantenerle de rodillas cuando todos a tu alrededor corren, gritan y se desesperan. Allí estaba un siervo del Dios Altísimo que no conocía el desenlace final de su historia en esta tierra, pero que podía vislumbrar su presencia en las calles de la Nueva Jerusalén. En aquel momento. Dios obró. La espada se quebró y cayó al suelo. Nadie podía entender lo ocurrido, ni siquiera él mismo, pero Dios estaba dando otra oportunidad a todos. Inmediatamente fue llevado ante el superior quien, impresionado, le comunicó que estaba libre, según la ley que ordenaba liberar a todo sentenciado que no pudiera ser ejecutado por la ruptura del instrumento de ejecución.
Historias como esta nos emocionan, pero Dios no desea una fe que camine con el combustible de la emoción. Lo que necesitamos es una fe que enfrente las pequeñas vicisitudes así como las grandes pruebas, una fe que se nutra del estudio diario de la Biblia, una fe que crezca de rodillas, que lance al mundo su grito de triunfo a pesar de los designios y decretos del hombre. ¿Posees esa te?
La fe te traslada al cielo mientras todavía tus pies pisan la tierra.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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