martes, 11 de octubre de 2011

"NO LO TOQUES"

No hurtarás. Éxodo 20:15.

Otro de los mandamientos olvidados en nuestros días es el que Dios puso para cuidar la propiedad privada, propia y ajena. Todavía recuerdo la descripción que un joven hizo de un asalto sufrido en horas nocturnas. Al volver el sábado de noche de la iglesia, dos ladrones lo amenazaron a punta de revólver y le pidieron todo el dinero de su billetera, los zapatos, el abrigo y la camisa que llevaba puestos. Pensó en negarse al asalto, ya que tenía algún conocimiento de artes marciales, pero el delincuente que llevaba el arma había tomado una distancia prudencial, mientras el otro lo despojaba de sus pertenencias. Este incidente que ocurre cientos de veces por día en cualquier ciudad grande, demuestra la ignorancia y la falta de respeto que existe hacia la ley de Dios.
Es posible que tú nunca sientas la tentación de realizar un robo a mano armada. Aún así, si estás realizando tus estudios medios o superiores es posible que recibas la tentación de cometer un robo académico. Copiar en un examen también es robar. Quien lo hace, engaña al profesor, incluyendo información para su evaluación que no le pertenece, y termina engañándose a sí mismo.
También el soborno transgrede este mandamiento. El pecado es realizado tanto por quien pide un beneficio económico, haciendo uso de poder o autoridad, como también por aquel que otorga el beneficio para librarse de la sentencia por una falta cometida. Tanto el sobornador como el sobornado cometen pecado; y como con cualquier otro pecado, el único remedio y solución es el perdón de Jesús.
Dios desea que cada persona respete la propiedad privada ajena, y que todos aprendamos a vivir conformes con lo que poseemos. Si deseamos poseer algún bien, por necesidad o por superación personal, la manera de conseguirlo es a través del trabajo honesto y el sacrificio individual. Hacerse propietario del bien de otro, por la fuerza o por ignorancia ajena, es atentar contra el octavo mandamiento.
Jesús, el gran Médico y Salvador que reina en los cielos, es la esperanza para todo aquel que practicó el robo en alguna de sus múltiples formas. Jesús, como Médico divino, tiene el poder para curar la enfermedad del pecado, y como Salvador otorga el perdón y la gracia para vivir de una manera honesta y responsable.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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