No tendrás dioses ajenos delante de mí. Éxodo 20:3.
Para los israelitas no fue fácil apartarse de los dioses ajenos. Los ochocientos años que abarcaron desde la salida de Egipto hasta el exilio en la Babilonia de Nabucodonosor, los dioses de las naciones extranjeras compitieron con el verdadero Dios por ocupar el primer lugar.
Esos dioses ajenos fueron tomando diversas formas y nombres a lo largo de la historia bíblica. Todavía en el desierto, el becerro de oro fue proclamado como el autor de la liberación de Israel de manos de Egipto (Éxo. 32:4). En tiempo de los jueces, Gedeón debió derribar el altar de Baal y la imagen de Asera, a los cuales Israel se había inclinado (Jue. 6:25). Cuando Salomón estaba en el poder, adoró a "Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los madianitas" (1 Rey. 11:5); e indujo a los israelitas a seguir esa falsa adoración. Ezequías, uno de los últimos reyes que gobernó sobre Judá, debió destruir la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque el pueblo la había tomado como objeto de culto (2 Rey. 18:4).
En nuestros días, el enemigo de Dios no tienta a los adventistas con imágenes para que quebranten el primer mandamiento, pero ha ocultado bajo máscaras muy respetadas y queridas el lugar que debiera ocupar Dios en el corazón. Uno de esos dioses ajenos, sumamente apreciado, es el amor al dinero. Hay personas que se desviven, que son capaces de robar, de traicionar y de mentir con tal de sentirse más ricos.
Otros dioses ajenos son la diversión y el sexo "libre". Jóvenes que debieran estar ocupados para que la obra de Dios se termine en esta tierra y Jesús vuelva a renovar todas las cosas, se encuentran distraídos espiritualmente con las diversiones. No pueden dejarlas, no saben cómo librarse de ellas, semana a semana sienten el deseo de salir y lo concretan, y necesitan que otro tome la decisión por ellos, así como Ezequías debió destruir la serpiente de bronce.
Otras personas luchan contra el dios del "yo". Tienen un egoísmo muy arraigado, no ven las necesidades ajenas y su "yo" adquiere dimensiones extraordinarias. Ese "yo" los impulsa a realizar siempre su voluntad y se enojan cuando se los ignora; no pueden tolerar que otro tome el control de una situación, ni siquiera aceptan la voluntad bíblica.
Hoy, el Señor te llama a abandonar cualquier cosa que ocupe el primer lugar en tu corazón, y te dice: déjame ser Dios en tu vida.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
Para los israelitas no fue fácil apartarse de los dioses ajenos. Los ochocientos años que abarcaron desde la salida de Egipto hasta el exilio en la Babilonia de Nabucodonosor, los dioses de las naciones extranjeras compitieron con el verdadero Dios por ocupar el primer lugar.
Esos dioses ajenos fueron tomando diversas formas y nombres a lo largo de la historia bíblica. Todavía en el desierto, el becerro de oro fue proclamado como el autor de la liberación de Israel de manos de Egipto (Éxo. 32:4). En tiempo de los jueces, Gedeón debió derribar el altar de Baal y la imagen de Asera, a los cuales Israel se había inclinado (Jue. 6:25). Cuando Salomón estaba en el poder, adoró a "Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los madianitas" (1 Rey. 11:5); e indujo a los israelitas a seguir esa falsa adoración. Ezequías, uno de los últimos reyes que gobernó sobre Judá, debió destruir la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque el pueblo la había tomado como objeto de culto (2 Rey. 18:4).
En nuestros días, el enemigo de Dios no tienta a los adventistas con imágenes para que quebranten el primer mandamiento, pero ha ocultado bajo máscaras muy respetadas y queridas el lugar que debiera ocupar Dios en el corazón. Uno de esos dioses ajenos, sumamente apreciado, es el amor al dinero. Hay personas que se desviven, que son capaces de robar, de traicionar y de mentir con tal de sentirse más ricos.
Otros dioses ajenos son la diversión y el sexo "libre". Jóvenes que debieran estar ocupados para que la obra de Dios se termine en esta tierra y Jesús vuelva a renovar todas las cosas, se encuentran distraídos espiritualmente con las diversiones. No pueden dejarlas, no saben cómo librarse de ellas, semana a semana sienten el deseo de salir y lo concretan, y necesitan que otro tome la decisión por ellos, así como Ezequías debió destruir la serpiente de bronce.
Otras personas luchan contra el dios del "yo". Tienen un egoísmo muy arraigado, no ven las necesidades ajenas y su "yo" adquiere dimensiones extraordinarias. Ese "yo" los impulsa a realizar siempre su voluntad y se enojan cuando se los ignora; no pueden tolerar que otro tome el control de una situación, ni siquiera aceptan la voluntad bíblica.
Hoy, el Señor te llama a abandonar cualquier cosa que ocupe el primer lugar en tu corazón, y te dice: déjame ser Dios en tu vida.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
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