Entrad por sus puertas con acción de gradas, por sus atrios con alabanzas; alabadle, bendecid su nombre. Salmo 100:4.
En el mundial de fútbol de 1970 realizado en México, todas las alabanzas fueron para un jugador del equipo campeón: Pelé. Su habilidad con la pelota, su destreza para resolver situaciones difíciles, los goles propios y los pases certeros para que otros los concretaran, fueron algunos de los comentarios elogiosos hacia él por parte de la prensa mundial. De igual forma, muchos jugadores en diversos deportes gozan de los elogios de sus admiradores.
También la belleza física es alabada y premiada. Hay hombres y mujeres que ganan miles de dólares por exhibirse en las pasarelas con determinado tipo de ropas. Parece increíble, pero la cifra que gana una modelo famosa en una semana es más que lo que puede ganar un obrero en casi toda su vida.
Actores reconocidos que han logrado hacer fortunas con sus películas, viven de manera opulenta y estrafalaria, haciendo gala de los gustos que se dan y que la gran mayoría nunca en su vida podrá realizar. Los diarios, las revistas, la televisión, las páginas web y la radio dedican tiempo y dinero en exaltar a estos personajes extravagantes de la farándula y contribuyen enormemente en expandir su fama.
Lo que el mundo y la prensa muchas veces olvidan es alabar a Dios, el Dador y Sustentador de la habilidad, la belleza, el talento y la inteligencia que cualquier mortal posea. El Creador del cielo y de la tierra es quien debe recibir toda la gloria, la exaltación y la alabanza, porque de su mano procede cada talento que engrandece a los hombres.
El templo es el lugar ideal para alabar a Dios. Allí podemos recordar sus proezas, contadas en la Biblia o experimentadas en la vida propia, también podemos cantar himnos de alabanza, y al orar también podemos engrandecerlo por su misericordia y su poder redentor. Si bien hoy en día el mundo se dedica a ignorar a aquel que merece ser alabado, llegará el día cuando toda la tierra "de mes en mes y de día de reposo en día de reposo" (Isa. 66:23) vendrá a su presencia para darle la exaltación que se merece. Este sábado no pierdas la oportunidad de alabar a aquel que te da la vida.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
En el mundial de fútbol de 1970 realizado en México, todas las alabanzas fueron para un jugador del equipo campeón: Pelé. Su habilidad con la pelota, su destreza para resolver situaciones difíciles, los goles propios y los pases certeros para que otros los concretaran, fueron algunos de los comentarios elogiosos hacia él por parte de la prensa mundial. De igual forma, muchos jugadores en diversos deportes gozan de los elogios de sus admiradores.
También la belleza física es alabada y premiada. Hay hombres y mujeres que ganan miles de dólares por exhibirse en las pasarelas con determinado tipo de ropas. Parece increíble, pero la cifra que gana una modelo famosa en una semana es más que lo que puede ganar un obrero en casi toda su vida.
Actores reconocidos que han logrado hacer fortunas con sus películas, viven de manera opulenta y estrafalaria, haciendo gala de los gustos que se dan y que la gran mayoría nunca en su vida podrá realizar. Los diarios, las revistas, la televisión, las páginas web y la radio dedican tiempo y dinero en exaltar a estos personajes extravagantes de la farándula y contribuyen enormemente en expandir su fama.
Lo que el mundo y la prensa muchas veces olvidan es alabar a Dios, el Dador y Sustentador de la habilidad, la belleza, el talento y la inteligencia que cualquier mortal posea. El Creador del cielo y de la tierra es quien debe recibir toda la gloria, la exaltación y la alabanza, porque de su mano procede cada talento que engrandece a los hombres.
El templo es el lugar ideal para alabar a Dios. Allí podemos recordar sus proezas, contadas en la Biblia o experimentadas en la vida propia, también podemos cantar himnos de alabanza, y al orar también podemos engrandecerlo por su misericordia y su poder redentor. Si bien hoy en día el mundo se dedica a ignorar a aquel que merece ser alabado, llegará el día cuando toda la tierra "de mes en mes y de día de reposo en día de reposo" (Isa. 66:23) vendrá a su presencia para darle la exaltación que se merece. Este sábado no pierdas la oportunidad de alabar a aquel que te da la vida.
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