domingo, 27 de noviembre de 2011

NACIDOS PARA VIVIR

Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. Eclesiastés 3:11.

-¡Señor, quiero vivir! ¡Por favor, déjame vivir!
La voz de Adolfo, quebrada por el dolor, penetraba, como cuchillo afilado, en el alma de las personas que lo amaban; nada podían hacer para ayudarlo. Hay ocasiones en que, literalmente, te sientes inútil, incapaz de hacer algo para aliviar el sufrimiento ajeno. De repente el dolor de tu hermano pasa a ser el tuyo, pero eso no lo alivia. Entonces, te desesperas, buscas explicaciones por todos los lados, y tu única respuesta es el silencio.
El versículo de hoy manifiesta que Dios lo hizo todo hermoso "en su tiempo". En otra parte, el sabio Salomón afirma que hay tiempo para todo: para vivir y hasta para morir. ¿Puede ser hermoso el tiempo de morir? ¿Para quién?
El lamento triste y el clamor desesperado de Adolfo tenían sentido: Dios ha "colocado eternidad" en el corazón de los seres humanos. No fuimos creados para morir, sino para vivir. Adolfo era un joven de apenas veinte años, con deseos de vivir; el anhelo de eternidad estaba en su corazón. Pero, desdichadamente, vivimos en un mundo de tristeza, enfermedad y muerte. Y Salomón declara que "el hombre no alcanza a entender la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin".
En el corazón de Adolfo y de sus amados, se libraba una lucha terrible entre el "deseo de eternidad" y el "entendimiento de la obra de Dios". Naturalmente, la muerte no es obra de Dios; pero, desde el momento que él es Dios, cualquier cosa sucede solo porque él lo permite. Y ¿por qué Dios permite la muerte de un joven de veinte años? En esta vida, no alcanzaremos a entender ese misterio. Pero, tenemos la promesa de que hasta el suspiro final puede ser hermoso para quienes confían en el amor maravilloso de Dios.
Adolfo falleció consumido por el Sida. Su muerte hizo reflexionar a muchos jóvenes. ¿Quién sabe? Quizás el dolor por el que Adolfo y sus queridos pasaron ¿no sería el instrumento que Dios usó para rescatar tantos otros jóvenes que jugaban peligrosamente con la vida?
Por eso, hoy, aunque rodeado por circunstancias difíciles de entender desde el punto de vista humano, confía en el Señor. Y recuerda que: "todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón

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