Clama aun, diciendo: así dice Jehová de los ejércitos: Aun rebosarán mis ciudades con la abundancia del bien, y aun consolará Jehová a Sion, y escogerá todavía a Jerusalén. Zacarías 1:17.
Nada está perdido para los que se vuelven a Dios. Aunque las cosas no anden bien en tu vida, como consecuencia de tus errores, si te entregas a Dios con sinceridad de corazón, sus promesas continúan válidas.
Era eso lo que sucedía con el pueblo de Israel, en los tiempos de Zacarías. Habían abandonado al Señor. Habían tornado el control de su vida en las propias manos; creyeron que no necesitaban de Dios, que el les restringía la libertad. Y decidieron vivir solos, como si Dios no existiese.
Lo que me impresiona del amor divino es que los dejo ir. El precio del amor es la libertad. Es lamentable que, para entender esto, muchas veces es necesario llegar a la tierra de la esclavitud. Ahora, Israel sufría las consecuencias de sus decisiones equivocadas. Había permanecido mucho tiempo en el exilio babilónico; Jerusalén estaba destruida, sus campos, otrora floridos y productivos, estaban abandonados y sin vida.
Pero, en medio de la humillación y el sufrimiento, los hijos de Israel se acordaron de Dios, se arrepintieron, y clamaron al Dios eterno que los había sacado de la tierra de Egipto y los había conducido, milagrosamente, hacia la tierra de la libertad. Y Dios escucho su clamor. Un remanente volvió del exilio, y el Señor levanto al profeta Zacarías para decirles que, a pesar de todo lo que habían hecho y a despecho de como ellos habían pretendido arruinar el plan de Dios, sus promesas continuaban válidas.
Jerusalén todavía seria la gran capital de la fe, y en sus tierras correrían los hijos de Israel, conforme al plan original de Dios. Imagine como debió haberse sentido el enemigo, al comprobar que, pese a todo lo que hiciera con el objetivo de que las promesas divinas jamás se cumplieran, el plan de Dios continuaba en pie.
Pero, lo bueno es que esas promesas son también para ti. Si, por algún motivo, desaprovechaste el pasado o lo usaste para causarte dolor y destrucción, vuelve los ojos a Dios, en arrepentimiento, y escucha la voz del Señor: "Claman, diciendo: así dice Jehová de los ejércitos: Aun rebosaran mis ciudades con la abundancia del bien, y aun consolara Jehová a Sion, y escogerá todavía a Jerusalén".
Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón
Nada está perdido para los que se vuelven a Dios. Aunque las cosas no anden bien en tu vida, como consecuencia de tus errores, si te entregas a Dios con sinceridad de corazón, sus promesas continúan válidas.
Era eso lo que sucedía con el pueblo de Israel, en los tiempos de Zacarías. Habían abandonado al Señor. Habían tornado el control de su vida en las propias manos; creyeron que no necesitaban de Dios, que el les restringía la libertad. Y decidieron vivir solos, como si Dios no existiese.
Lo que me impresiona del amor divino es que los dejo ir. El precio del amor es la libertad. Es lamentable que, para entender esto, muchas veces es necesario llegar a la tierra de la esclavitud. Ahora, Israel sufría las consecuencias de sus decisiones equivocadas. Había permanecido mucho tiempo en el exilio babilónico; Jerusalén estaba destruida, sus campos, otrora floridos y productivos, estaban abandonados y sin vida.
Pero, en medio de la humillación y el sufrimiento, los hijos de Israel se acordaron de Dios, se arrepintieron, y clamaron al Dios eterno que los había sacado de la tierra de Egipto y los había conducido, milagrosamente, hacia la tierra de la libertad. Y Dios escucho su clamor. Un remanente volvió del exilio, y el Señor levanto al profeta Zacarías para decirles que, a pesar de todo lo que habían hecho y a despecho de como ellos habían pretendido arruinar el plan de Dios, sus promesas continuaban válidas.
Jerusalén todavía seria la gran capital de la fe, y en sus tierras correrían los hijos de Israel, conforme al plan original de Dios. Imagine como debió haberse sentido el enemigo, al comprobar que, pese a todo lo que hiciera con el objetivo de que las promesas divinas jamás se cumplieran, el plan de Dios continuaba en pie.
Pero, lo bueno es que esas promesas son también para ti. Si, por algún motivo, desaprovechaste el pasado o lo usaste para causarte dolor y destrucción, vuelve los ojos a Dios, en arrepentimiento, y escucha la voz del Señor: "Claman, diciendo: así dice Jehová de los ejércitos: Aun rebosaran mis ciudades con la abundancia del bien, y aun consolara Jehová a Sion, y escogerá todavía a Jerusalén".
Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón
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