sábado, 26 de noviembre de 2011

SERVICIO CRISTIANO (PARTE 1)

Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Galatas 5:13.

Luego de que la iglesia cristiana fuera establecida, los apóstoles vieron surgir una necesidad que debían suplir antes de seguir predicando. Siguiendo el ejemplo de Jesús, los primeros cristianos no solo anunciaban el evangelio sino que procuraban ayudar a los desamparados sociales, y en ese aspecto las viudas y los huérfanos eran los más desprotegidos y quienes más ayuda necesitaban.
A estas personas, además de hablarles de Cristo, se las ayudaba diariamente con alimentos para su sustento. Debido a que no todos en la iglesia estaban plenamente convertidos por el Espíritu Santo, cuando se hacía la repartición entre las viudas se favorecía a las viudas judías, descuidando a las viudas griegas. La queja no se hizo esperar, ya que el evangelio promovía la igualdad delante de Dios y entre los hombres (Sant. 2:9), y los apóstoles vieron interrumpida su tarea misionera.
"Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la Palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo" (Hech. 6:2, 3). Fue así como surgieron los primeros diáconos: hombres y mujeres dispuestos a servir dentro de la iglesia.
En la actualidad, las tareas del diácono son muy importantes, aunque a veces parezcan simples. Juntar las ofrendas, cambiar una lámpara quemada, acomodar el micrófono, prender y apagar las luces, arreglar un grifo que pierde agua continuamente, son parte de las tareas que se realizan en servicio a la iglesia. Y aunque al realizar un bautismo o una Santa Cena, nadie nombre a los que limpiaron la iglesia, a quienes ordenaron el arreglo floral o quienes movieron el pulpito y las bancas para que la iglesia estuviera presentable para esa ocasión especial, Dios ve esos actos abnegados y para ellos dará su recompensa (Mar. 9:41).
Dios espera que cada cristiano sirva por amor a sus semejantes así como Jesús vivió sirviendo a la humanidad. La iglesia es de todos y para todos, por eso debemos entre todos servirnos unos a otros con el mismo amor con que Jesús nos sirvió.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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