Vale más la sabiduría que las piedras preciosas, y ni lo más deseable se le compara. Proverbios 8:11. NVI.
«Tiene la cabeza de adorno». Esta es una expresión común que se usa para hacer referencia a una persona que no piensa antes de hablar, ni razona antes de actuar. A este grupo pertenecía Nabal. Su mismo nombre cuenta toda la historia. Nabal significa «insensato».
Un día David envió a algunos de sus siervos a pedirle alimentos. Necesitaban comida y Nabal tenía más que suficiente. Su respuesta le hizo honor a su nombre: «¿Quién es David? [...]. ¿Acaso voy a tomar la comida y la bebida y la carne que he preparado para mis trasquiladores, y voy a dárselas a gente que no sé ni de dónde es?» (1 Sam. 25:10,11).
Cuando David se enteró de la respuesta de Nabal, de inmediato ordenó castigar al insensato. Pero mientras esto ocurría, un siervo informaba a Abigail, la esposa de Nabal, de lo sucedido. Está claro que en casa de Nabal, los siervos sabían quién usaba la cabeza. Sin pérdida de tiempo, Abigail se preparó para apagar el fuego que su esposo había encendido. Salió en busca de David y, cuando lo encontró, le habló en términos que revelan su sabiduría:
«Señor mío, yo tengo la culpa [...]. No haga usted caso de ese grosero de Nabal, pues le hace honor a su nombre, que significa "necio" [...]. Yo, por mi parte, no vi a los mensajeros que usted, mi señor, envió. Pero ahora el Señor le ha impedido a usted derramar sangre y hacerse justicia con sus propias manos» (vers. 24-26, NVI).
Es probable que Abigail no haya tenido la belleza de Betsabé, ¡pero sabía usar la cabeza! El resto del relato dice que Nabal murió a los pocos días y, ¿adivina qué? Abigail llegó a ser esposa de David. ¡Qué buen ojo tenía el hijo de Isaí!
Si aún no te has casado, escucha este consejo: al escoger a tu futuro cónyuge, no te dejes impresionar por la pura belleza física. Asegúrate de que esa persona «tenga cerebro», ¡y de que lo use! A fin de cuentas, la belleza corporal pasa. Y cuando pasa, mi amigo, mi amiga, ¡no hay trasplante que valga! La sabiduría, en cambio, vale más que las piedras preciosas.
Dame ojos, Señor, para apreciar la belleza que nunca pásala del corazón.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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