jueves, 12 de enero de 2012

JESÚS ES NUESTRO CONSUELO

«Cualquiera que se enaltece, será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lucas 14:11).

No hace mucho, en uno de mis viajes, en el avión se sentó junto a mí un hombre con el que entablé conversación y me explicó que su esposa había fallecido. Era víctima de un profundo pesar y ya no tenía ganas de vivir. ¡Cuánto dolor nos causa la pérdida de un ser amado!
Cuando Jesús dijo: «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados», no se refería solo a la tristeza por la pérdida de los que amamos. La causa del sufrimiento a la que se refería en la bienaventuranza es el dolor que sentimos cuando nos damos cuenta de que «en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien» (Rom. 7:18).
¿Cómo puede alguien estar agradecido por haber sido rescatado sin antes recordar que se ahogaba? ¿O cómo puede dar gracias por los alimentos sin recordar que se estaba muriendo de hambre? Para poder dar gracias por el sacrificio de Jesús antes tendremos que recordar que sin él estábamos perdidos. Jamás debemos pensar que solo necesitamos a Jesús cuando empezamos la vida cristiana. Al contrario, lo necesitamos siempre.
El Espíritu Santo no puede obrar en la vida de quienes no sienten necesidad alguna. El duelo ante Dios se expresa con humildad. «Cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Luc. 14:11).
Quizá algunos pregunten: «¿Cómo podemos ser felices en el Señor y lamentarnos continuamente?». La respuesta es que, aunque nos lamentamos porque reconocemos que somos orgullosos, egoístas, amargados, resentidos, lujuriosos y carecemos de dominio propio, nos consuela saber que él nos acepta tal y como somos. Nuestro «llanto» se expresará con una actitud de arrepentimiento. Al que se arrepiente lo consuela saber que el Padre celestial lo ha perdonado.
Aunque quise consolar al hombre por la pérdida de su esposa, para volver a verla tendrá que esperar a la resurrección. El consuelo que Jesús nos ofrece no solo es para el futuro, también es para hoy. ¡Qué extraordinaria promesa! Apreciado lector, si, mientras anda por el camino cristiano, se siente desanimado, o ha perdido a un ser querido, recuerde las palabras de Jesús y consuélese con ellas. (Basado en Mateo 5:4)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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