«Porque el Hijo del nombre es Señor del sábado» (Mateo 12:8).
La maestra intentaba explicar cómo de desalentador debía ser para Jesús verse perseguido y criticado constantemente por los escribas y los fariseos. Entonces dijo: «¿Cómo se sentirían ustedes, alumnos, si alguien anduviera siempre persiguiéndolos y esperando que cometieran un error?». Entonces, uno de los alumnos del fondo del aula murmuró: «¿Dónde conoció a mi madre?».
Por crítica que su madre fuera, nunca nadie ha sido juzgado con tanta dureza como Jesús. Los fariseos estaban constantemente al acecho, esperando encontrar alguna razón que les permitiera matar a Jesús.
Un sábado, los discípulos seguían a Jesús mientras cruzaba un campo de trigo. Probablemente se dirigían a la sinagoga, porque, en sábado, no tenían costumbre de dar paseos innecesarios. La Biblia dice que tenían hambre. Mientras caminaban por el campo, recogieron algunas de las espigas que los segadores habían dejado caídas en el suelo.
Los fariseos, que los observaban, fueron corriendo a Jesús y se quejaron: «¿Viste eso? Tus discípulos acaban de hacer algo que no se puede hacer en sábado». El problema no era que estuvieran tomando el trigo de otro, porque recoger las espigas caídas de las garbillas segadas no estaba prohibido. No, el problema era que lo hacían en sábado. En sentido estricto, según la tradición de los ancianos, en sábado estaba estricta y expresamente prohibido espigar y descascarillar trigo porque se consideraba una forma de siega.
Jesús justificó a sus discípulos recordando incidentes similares que los propios fariseos consideraban como buenos. Luego concluyó la argumentación diciendo: «Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. Si supierais qué significa: "Misericordia quiero y no sacrificios", no condenaríais a los inocentes, porque el Hijo del hombre es Señor del sábado» (Mat. 12:6-8).
Los fariseos habían añadido una norma sobre otra —todas tradiciones humanas y no leyes divinas— hasta el punto de convertir el sábado en una carga casi imposible de santificar. Cristo quería que, en todos los tiempos, su iglesia supiera que el sábado, aunque ordenado por el cuarto mandamiento, no está sujeto a las restricciones de los ancianos de los judíos. Si Cristo es el Señor del sábado, es conveniente que le consagremos a él ese día. Basado en Mateo 12: 8
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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