«Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros pedid todo lo que queráis y os será hecho» (Juan 15:7).
Cuando mi esposa todavía era adolescente, alguien le regaló un broche con un grano de mostaza encerrado en una cápsula de cristal. Ya no lo utiliza, pero sigue guardándolo dentro de un estuche, con otros recuerdos. Cada vez que lo veo, recuerdo la parábola que Jesús narró para explicar la diferencia entre su reino y los del mundo.
«Es tan pequeño como un grano de mostaza». Era una expresión muy común que en la época de Cristo se utilizaba para describir algo muy pequeño pero con un gran potencial. Hablando de cosas pequeñas, los fariseos estaban satisfechos de que muy pocos judíos reconociesen a Jesús como el Mesías. Antes que él, otros «cristos» y profetas habían pasado sin pena ni gloria y esperaban que ese también fuera su caso.
La lección de la parábola no era que la mostaza es la semilla más pequeña del mundo. Tampoco enseñaba Jesús que su árbol es el mayor de todos. Jesús no hablaba en términos de agricultura. Aunque pequeña, la semilla de mostaza no lo es más que una de zanahoria. Y, si lo comparamos con un roble o un cedro, el árbol de la mostaza no es especialmente alto; en realidad, no se trata de un árbol, sino de un arbusto.
Jesús ponía en contraste los principios de su estilo de vida con los principios del mundo. Son tan distintos que no había ningún reino temporal que le fuera útil, por lo que acudió a la naturaleza y se valió de la ilustración de una semilla. Como en el entorno los arbustos de mostaza eran habituales, al verlos, la gente podía recordar la lección.
Muchos de los enemigos de Cristo pensaban que el joven Maestro y sus discípulos acabarían cayendo en el olvido. Poco imaginaban que el mensaje que escuchaban se predicaría con poder, que por el Espíritu Santo en un día se convertirían miles y que antes del regreso de Jesús el evangelio llegaría a todos los rincones del mundo.
De las pequeñas bendiciones salen las grandes. Quizá a veces sienta que su vida espiritual es pequeña y carece de importancia para los demás; pero, al igual que la semilla de mostaza, Dios hará que crezca.
Señor, no tendré miedo de ser tan solo un grano de mostaza. Basado en Mateo 13:31,32.
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
No hay comentarios:
Publicar un comentario