Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán para que tu pie no tropiece en piedra (Salmo 91:11-12).
¿Alguna vez has tratado de enumerar las ocasiones en las que Dios te ha librado de peligros? Creo que perderías la cuenta, pues las veces en que los ángeles interceden por nosotros sin que nos demos cuenta son incontables.
Deseo compartir contigo una de las experiencias más espeluznantes que recuerdo de mis aproximadamente siete décadas de vida. Muchos de esos incidentes han servido para que aumente mi confianza en el Altísimo.
Cuando tenía diez años, mi familia vivía cerca de una vía ferroviaria que atravesaba el caudaloso río Cartago, en Colombia. Una soleada mañana uno de mis hermanos y varios amiguitos decidimos salir a jugar sin permiso de nuestros padres. Muy contentos atravesamos aquel gran puente corriendo y gritando de alegría, sin darnos cuenta de que las horas pasaban.
Mi hermano y yo decidimos regresar a casa antes que el resto del grupo. Caminábamos muy distraídos contemplando el agua del río y pensando en lo elevado que era el puente donde nos encontrábamos. De repente, al mirar hacia atrás recibimos una horrible sorpresa. ¡Qué horror! ¡Qué miedo! Aún hoy casi sesenta años después, me dan escalofríos contarlo. Una gran locomotora venía a nuestro encuentro. ¿Qué podíamos hacer? Sin pensarlo, tome a mi hermanito de la mano y como pude nos deslizamos por una de las vigas muy despacito, pues toda la estructura se estremecía por el peso de aquella máquina. Alcancé a agarrarme a una de las columnas del puente, mientras que mi hermano, que tenía ocho años, se aferraba llorando a mi cintura. Allí esperábamos no sé qué, pues en medio de nuestra angustia nos sentíamos atrapados. Para nuestra sorpresa observamos cómo aquella majestuosa maquina se había detenido. Sin pensarlo dos veces corrimos hacia el extremo del puente dándole muchas gracias a Dios.
Querida amiga, Dios no toma en cuenta nuestra edad ni ninguna otra cosa para librarnos de cualquier mal o peligro. Recuerda que si te sientes sola o atrapada frente a un gran problema o peligro, clama a Dios y él enviará a sus ángeles que «te cuiden en todos tus caminos».
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Graciela Londoño de Fonseca.
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