«Respondiendo Jesús, les dijo: "De cierto os digo que si tenéis fe y no dudáis, no solo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte le decís: '¡Quítate y arrójate al mar!', será hecho"» (Mateo 21:21).
Una anciana se ganaba modestamente la vida vendiendo sus productos por las calles de su aldea. Cuando llegaba a un cruce de calles, lanzaba un palo al aire. La dirección en la que cayera el palo sería la que ella tomaría. En una ocasión se la vio lanzar el palo al aire no una vez, sino tres. A la pregunta de por qué lo había hecho, ella respondió: «Porque las dos primeras veces cayó en la dirección hacia la que no quería ir».
Quizá usted no lance palos al aire, pero, ¿verdad que en algunas ocasiones le pide a Dios que le muestre una señal? Si es así, usted no es el único. Dios obra de manera misteriosa y, si no vemos los resultados que queremos y cuando los queremos, en ocasiones podemos angustiarnos y atemorizarnos. Elíseo, viendo que el enemigo los rodeaba a él y a su sirviente, oró para que su asustado siervo recibiera la promesa de que el Señor los protegería. Por ese motivo el siervo pudo ver con sus propios ojos que las colinas estaban cubiertas con un ejército de caballos y carros de fuego (ver 2 Rey. 6:17).
Gedeón puso a prueba a Dios al pedirle que le diera una señal específica como condición para obedecer un mandamiento divino. Al exigírsela, es seguro que estaba consciente de que estaba provocando a Dios porque su oración incluyó estas palabras: «No se encienda tu ira contra mí si hablo de nuevo» (Jue. 6: 39).
Las Escrituras nos exhortan a caminar por fe y no por vista (ver 2 Cor. 5:7). Pedir una señal puede ser una forma de exigir que Dios revele su plan para que ni «otros podamos aprobarlo o rechazarlo. Además, si su plan no es de nuestro agrado, nos sentimos con el derecho de introducir los cambios que nos parezca para conseguir un resultado más acorde con nuestra conveniencia. Una cosa es suplicar a Dios, o incluso quejarnos, y otra muy distinta, intentar controlarlo.
Mejor sería que, en lugar de pedir señales a Dios, le pidiéramos fe para ver cómo ahora mismo él está actuando en nuestra vida. «Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y él hará» (Sal. 37: 5). Basado en Mateo 21:18-22.
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
No hay comentarios:
Publicar un comentario