Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días malos y vengan los años en que digas: «No encuentro en ellos placer alguno». Eclesiastés 12:1, NVI
En su libro de ilustraciones para sermones, Michael P. Green cuenta que un hombre se dirigió apurado a la terminal de autobuses para tomar el bus que lo llevaría a una cita importante. Después de correr a toda velocidad y casi sin aliento, llegó justo cuando la puerta se cerraba. Alguien que vio lo ocurrido comentó:
—Parece que no corrió con la rapidez suficiente. El desilusionado hombre respondió:
—Corrí lo más rápido que pude; el problema es que no comencé a tiempo (1,500 Ilustrations for Biblical Preaching [Mil quinientas ilustraciones para la predicación bíblica], p. 415).
Algo parecido sucede en la vida, especialmente cuando somos jóvenes. Cada día nos presenta nuevas oportunidades: para retomar un proyecto que pusimos a un lado hace tiempo; para reanudar las clases de música (o de natación, o de inglés) que dejamos a medio camino; para continuar con nuestros estudios universitarios; para restaurar una amistad que se deterioró por una tontería; o para regresar a la iglesia. Pero razonamos que todavía hay tiempo, que mañana será. Así pasan los días, los meses y los años. Hasta que un día descubrimos que esperamos demasiado. No hace mucho supe que un amigo de mi infancia se había interesado en conocer más de nuestra iglesia. La sola noticia me alegró muchísimo. Entonces me propuse llamarlo por teléfono para saber de su interés por las cosas de Dios y para ayudarlo en su decisión. Pasaron algunas semanas pero nunca alcanzaba a llamarlo. Cierto día recibí la fatídica noticia de que mi amigo de tantos años había muerto de manera repentina. ¿Puedes imaginar lo mal que me sentí? Intenté justificarme pensando que había muerto en forma sorpresiva, pero siempre llegué a la misma conclusión: En la vida hay cosas que no pueden esperar.
Hoy puede ser el día para hacer esa llamada, para reconciliarnos con ese amigo, para perdonar a esa persona, para reanudar el proyecto que quedó a medio camino, para buscar a Dios. Como bien dijo alguien, este es el primer día del resto de nuestra vida.
Usémoslo de modo que glorifiquemos el nombre de Dios, recordando que siempre es mejor comenzar temprano que correr rápido.
Padre celestial, dame sabiduría que necesito para hacer las cosas que tengo que hacer.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
No hay comentarios:
Publicar un comentario