«Jesús le dijo: "Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo"» (Marcos 14:62).
No hace mucho, en la ciudad donde vivo, un hombre regresó a la oficina donde había trabajado y disparó su arma, matando a uno de los empleados e hiriendo a varios otros. Más tarde, cuando la policía lo detuvo, dijo que había hecho lo que había hecho porque había perdido el empleo y, por lo tanto, «me obligaron a hacerlo».
El asesinato y la violencia no son cosa nueva en este mundo. Hace aproximadamente dos mil años, al Hijo de Dios lo golpearon, lo escupieron y ciñeron su cabeza con una corona de espinas. Sus enemigos se felicitaban de tenerlo en su poder y condenarlo a muerte. De haber estado aquella noche con los discípulos, usted y yo habríamos temido que la muerte nos arrebatara a Jesús, nuestra única esperanza.
Pero, más allá de la tumba, tenía que haber algo más. Puesto que vive, más allá de la resurrección, hay aún algo más: Jesús regresará con poder y gloria.
A veces parece como si el mal terminará imponiéndose. Pero, amigo, no se desanime. Tan cierto como que Jesús resucitó, regresará. En palabras del himno: «Amanece ya la mañana de oro, pronto el Rey vendrá; y su pueblo a la mansión del cielo Cristo llevará» (Himnario adventista, ed. 1962, N° 161).
Jesús vio más allá de la tortura y la crucifixión. A veces, el dolor y el sufrimiento que padecemos parecen no tener fin. Pero llegará un día mejor. Como Abraham, nosotros también buscamos «la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios» (Heb. 11:10).
Por tanto, amigo mío, levante la vista. Recuerde a aquellos dos hombres que se asomaron a los barrotes de la misma celda y, donde uno solo veía barro, otro veía las estrellas. Las estrellas nos recuerdan que un poco más allá de Orión empieza el camino a la Canaán celestial. Ya casi estamos en casa. Casi podemos escuchar el canto de los ángeles. Casi podemos ver el árbol de la vida. Casi podemos oler las flores inmarcesibles. No se rinda, levante la vista. Pronto diremos: «¡He aquí, este es nuestro Dios! Le hemos esperado, y nos salvará» (Isa. 25:9). Basado en Marcos 14:61-72
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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