«Tuya es, Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos» (1 Crónicas 29:11).
Hay muchas maneras de confesar a Cristo. Algunas no son públicas, sino personales. «¿Confesáis a Cristo en la manera como gastáis los medios que él os ha confiado? [...] Si Cristo recibiera lo que le pertenece en diezmos y ofrendas, no quedaría tanto para ser empleado en egoísmo, en baratijas y adornos. Ni se gastaría en vestidos, en excursiones de placer, en fiestas o en banquetes. Podemos confesar a Cristo al no realizar preparativos extraordinarios para las visitas; podemos negarlo haciendo una preparación más que común, que toma un tiempo que en verdad pertenece al Señor. [...] Antes de iniciar una diversión para la gratificación del yo, preguntaos lo siguiente: ¿No es este el tiempo que le pertenece a Dios, y su dinero, el que yo estoy gastando sin necesidad? Abrid vuestro libro de cuentas y ved cómo están vuestras cuentas con Dios, con vuestra casa y con el mundo» (Nuestra elevada vocación, p. 194).
«Todo lo que se oponga al fruto del Espíritu, o a la obra de Dios que separa a su pueblo del mundo, es una negación de Cristo, cuyas palabras son: "Todo aquel que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios"» (Testimonios para la iglesia, tomo 5, «El espíritu del mundo es una trampa», p. 413).
Si confesamos a Cristo ante los hombres, él nos confesará ante Dios y los ángeles. Además de que sufrió por nosotros y que tenemos que beneficiarnos de su sufrimiento, confesará que nosotros hemos sufrido por él y que su reino y sus intereses en la tierra avanzaron con nuestro sufrimiento.
«Cristo está pronto a venir en gloria; y cuando su majestad se revele, el inundo deseará haber tenido su favor. En ese momento, todos desearemos un lugar en las mansiones celestiales. Pero los que no confiesen a Cristo ahora en palabra, en vida, en carácter, no podrán esperar que él los reconozca delante de su Padre y de sus ángeles santos» (En los lugares celestiales, p. 287).
Señor, haz que pueda ser testigo tuyo en cada momento de mi vida. Basado en Lucas 12:8,9
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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